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Revista Observaciones Filosóficas


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art of articleart of articleEn torno al Estructuralismo; el problema de la razón en Saussure, Jakobson y Lévi-Strauss

Lic. Fernando Merodio 1 - Universidad Complutense de Madrid
Resumen
El estructuralismo se reconoce por su descubrimiento del orden de lo simbólico. Pero el descubrimiento de lo simbólico comporta una nueva forma de dar razón de las cosas. Las cosas son signos, y los signos son irreductibles tanto a la materialidad que los recubre como a las representaciones en las que se despliegan. Los signos son incorporales, pero esta propiedad no implica ningún tipo de indefinición. Los signos se definen en tanto entran en una estructura, en un sistema, y una estructura es, en cada dominio, la razón de las cosas: de la lengua en Saussure, de los fonemas en Jakobson, del pensamiento simbólico en Lévi-Strauss.

Abstract
Structuralism discovers the symbolic order. But the discovery of symbolic implies a new way of understanding the question about the reason (ratio) of things. The things are signs, and signs are irreducible both to the matter and to its representation. The signs are incorporeal, but this feature does not mean undefined. The signs are defined as they belong to an structure, and the structure is in each domain the reason of things: Saussure's language, Jakobson's phonemes, and Lévi-Strauss' symbolic thought.

Palabras clave
Estructuralismo, razón, significación

Key words
Structuralism, reason, meaning,



Una de las novedades del estructuralismo es la interpretación que ha dado del problema de la razón, la nueva forma que ha encontrado de dar razón de las cosas. Como el problema de la razón es el problema fundamental de la filosofía, no debería sorprender que la importancia del acontecimiento estructuralista sea en buena medida filosófica, y no solo científica, que no es sino una de las maneras de ocuparse de la cuestión del porqué. Precisamente porque su objeto es exclusivamente el lenguaje (logos), el estructuralismo está en condiciones de plantear el problema de las razones (ratio) de una manera diferente del realismo y del nominalismo, del supuesto realismo de las causas eficientes y del nominalismo de los principios meramente formales, que son dos actitudes abstractas en gran medida ajenas a la filosofía y su estilo de explicar las cosas. “El estatuto de la estructura es idéntico al de la 'Teoría'”2, y no es la menor de las singularidades de la teoría estructuralista concebir el movimiento real de las cosas como algo que “va de lo virtual a lo actual, es decir, de la estructura a sus actualizaciones, y no de una forma actual a otra”3. Hay un dinamismo específicamente estructural que acerca el estructuralismo a ciertas formas clásicas de la razón filosófica, que renueva.

1. Saussure

El estructuralismo aparece cuando Saussure reacciona al tratamiento que estaban dando sus contemporáneos al fenómeno del cambio lingüístico, de la evolución de las lenguas. Comprender el cambio exige conocer primero lo que cambia, el elemento que cambia, y el acontecimiento estructuralista, que no es otro que esta nueva concepción del elemento, no es independiente de una nueva evaluación del fenómeno del cambio4.

¿Qué es un elemento? Como repite Saussure, el objeto, en lingüística, a diferencia de otros saberes, no está dado por adelantado5. El dato de partida es que no hay dato, sino una masa amorfa de sonidos y una nebulosa de ideas -trátese de dividir la cadena acústica sin reparar en los significados, analícese el flujo de pensamientos independientemente de su exteriorización en palabras: en los dos casos el resultado no es nada determinado, “no se puede decir dónde comienza o acaba” nada6. Dicho con el vocabulario de Saussure, la sustancia de la lengua, por sí sola, no da por ninguno de sus dos lados ninguna forma. Los sonidos no llegan ni tan siquiera a sucederse sino que se superponen y se confunden, como si se nos hablase en chino; los conceptos no se distinguen sino que se funden en el monólogo interior. Pero el lingüista también se encuentra con un “hecho en cierto sentido misterioso”, el “pensamiento-sonido”7. Es decir, que a determinados sonidos les corresponde un sentido, y viceversa. Algunos ruidos significan e inversamente los significados solo existen realmente cuando suenan. Y ambas operaciones ocurren a la vez, de manera inseparable. O sea, que si por un lado la voz -interior y exterior- se diluye en un continuo inanalizable, por el otro, la lengua, la simultánea exteriorización del interior e interiorización del exterior, nos ofrece unidades determinadas, es decir, delimitadas8. Es lo mismo y ocurre simultáneamente: los pensamientos se encarnan en palabras, del ruido se destacan significados, y aparece una forma que recorta la sustancia pensante y extensa. Saussure se adelanta y con razón responde: esto no tiene nada que ver con el dualismo cuerpo-alma9. Pero es que ciertas reminiscencias cristológicas son inevitables... con la salvedad de que aquí el Verbo no preexiste a su encarnación. Ambas masas, en efecto, se forman a la vez, como el cambio de la presión barométrica del aire forma las olas sobre la superficie del mar. Y de golpe, el problema de los elementos de la lengua parece haber encontrado una solución. Como ambos aspectos, real e ideal, sonido y sentido, significante y significado, van unidos a la manera de las dos caras de una misma hoja de papel, serán elementos fónicos aquellos que comporten un cambio de significado en el orden del concepto, y serán elementos de sentido aquellos que supongan un significante separable en la cadena sonora (esto es lo que, más o menos, se conocerá después como principio de conmutación). Los significados mamá y papá se distinguen en español al mismo tiempo que /pa/ y /ma/ se constituyen como dos significantes diferentes de la misma lengua. Pero esto todavía es insuficiente y el principio del estructuralismo hay que buscarlo más allá10.

Esta entidad con dos caras, el objeto lingüística, es el signo. El signo estructuralista presenta siempre dos caras: el significante y el significado. Un significante sin significado es un objeto puro, o un enigma, algo que es pero no significa; un significado sin significante es lo inefable11, el gran misterio. No es por tanto estructuralista, por definición, un procedimiento que se ocupe directamente de los objetos12, pero tampoco aquel que se instala directamente en los significados. Por el contrario, las cosas, en tanto significan, son susceptibles de recibir un tratamiento estructuralista. Por ejemplo, el sonido de un coche (o el expreso de las nueve menos cuarto a París). Se puede descomponer en sus componentes materiales, físicos; las ondas sonoras en las que se analiza el ruido son las causas reales, objetivas. Sin embargo, el fenómeno no es el ruido sino la percepción del sonido de un coche, un significado, una imagen. Y de las ondas y frecuencias objetivas al significado subjetivo, de la materia a la percepción, de lo real a su imagen, de la causa a los efectos, hay un salto; las causas objetivas explican el ruido, aunque no nos hacen comprender por qué se percibe el sonido de un coche. Pero a su vez el significado tampoco da razón de sí, sigue siendo un efecto, una conclusión que, separada de sus premisas, está mutilada, permanece incomprensible. La materia no da razón suficiente de la percepción, y la percepción por sí sola tampoco da razón de sí misma. La operación estructuralista consistirá en insertar entre el orden real de las causas y el orden imaginario de los efectos, un tercer dominio, lo semiótico o simbólico (causa sui), que daría razón del fenómeno13 (o por lo menos de algunos fenómenos). El fenómeno es un signo, y el signo no se entiende fuera de un sistema de relaciones. Las cosas significan en tanto se integran en un sistema de relaciones; solo bajo esas condiciones un objeto adquiere valor de signo y tiene un significado. No hay elemento aislado, fuera del sistema, y la identidad misma del signo no es material, sustancial, sino sistemática, formal: sus límites alcanzan hasta allí donde comienza otro signo. La identidad de los fenómenos no sería sustancial sino formal, pero las formas, según la celebérrima expresión de Saussure, serían “entidades opositivas, relativas y negativas […] En la lengua no hay más que diferencias sin términos positivos”14. Saussure insiste en dos cosas: los signos son “incorporales” y al mismo tiempo no son abstracciones sino entidades concretas, absolutamente reales.

Pero con ello no se ha dado todavía con el elemento verdaderamente estructural. ¿Cuáles son los átomos de significado? ¿Cuál es el elemento significante fundamental? Las formas se integran en un sistema, “su característica más exacta es ser lo que el resto no son”, y ese sistema de alteridades -en el que por ejemplo, y dicho a la ligera, un tren se opone a un coche, el de las nueve de la tarde al de las nueve de la mañana, y moverse a quedarse quieto- es una estructura. El verdadero elemento no es por tanto el objeto, sino los átomos, las “mónadas”15 en los que se descompone; el elemento estructural no sería el tren, sino la mañana y la tarde, las vías de acero y la autopista de alquitrán; el elemento, si nos diese por establecer la estructura del sistema culinario, no sería el plato de comida, ni su sucesión simple, sino la serie de oposiciones salado-dulce, caliente-frío, etc., en los que se analizan los platos e incluso determinan su orden de presentación. Por eso no es “deshacer” lo que le interesa a Saussure, sino el sintagma que forman “des” y “hacer”, que lo sitúa como punto de cruce de las dos series con las que está asociado (por el lado del significante)16: la serie que forman “despegar”, “desconectar”, etc., y la serie que forman “hacer”, “rehacer”, “contrahacer”. ¿Qué quier decir esto?

La lengua es un sistema de valores, es decir, un sistema de equivalencias entre cosas de diferentes órdenes (un significante y un significado, o cinco duros y una barra de pan)17. Pero un sistema de valores no solo comprende intercambios entre cosas diferentes, sino también comparaciones entre cosas del mismo orden, entre cosas semejantes (dos palabras; cinco duros y una peseta, o un franco)18. En este segundo sentido se decía que los significantes o los significados forman un sistema de relaciones, y que un término de la lengua se extiende hasta allí donde comienza otro (como el significado de “apartamento” acaba allí donde comienzan los de “mansión” y “chabola”). En la lengua todo reposa sobre relaciones. Pero las relaciones entre elementos son a su vez de dos tipos: sintagmáticas, según las cuales se relacionan con aquello que les sucede y les antecede, y asociativas -o como se dirá después, paradigmáticas-, según las cuales se relacionan con aquello con lo que presentan algo en común. Saussure las compara con una columna de un determinado estilo, que por un lado evoca columnas de otro estilo, pero por otro sus partes mantienen ciertas relaciones espaciales entre sí19. Las solidaridades sintagmáticas (por ejemplo, la que liga “deseo” a “oso” en “deseoso”) no se refieren tanto a las relaciones entre las partes, a su suma (deseo + oso), como a la relación de las partes con el todo, al producto (deseo x oso), que forma una unidad de tipo superior, de modo que “este mecanismo, que consiste en un juego de términos sucesivos, se parece al funcionamiento de una máquina cuyas piezas mantienen una acción recíproca aunque estén dispuestas sobre una sola dimensión”20. Las relaciones asociativas, por su parte, forman series virtuales flotantes, in absentia, fundadas en la raíz (enseñanza, enseñar), en el sufijo (enseñanza, labranza), incluso en el significado (enseñanza, aprendizaje), etc.21. Pero es evidente que para determinar los elementos -por el lado del significante- entre los que se establece la relación sintagmática es preciso recurrir a las relaciones paradigmáticas, y que a su vez las relaciones asociativas se crean a partir de las unidades formadas por la sucesión: los dos tipos de coordinaciones “se condicionan recíprocamente”22. ¿Cuál es el término común a ambas relaciones? Justamente el elemento, los elementos de la lengua que el lingüista debe determinar. El signo es arbitrario, empezando por la propia relación que vincula el significado con el significante, como demuestra la diversidad de lenguas. Pero el lingüista, si su saber tiene un objeto, debe determinar los elementos del sistema, es decir, buscar las regularidades, establecer las motivaciones relativas, reconocer los grados de lo arbitrario23. ¿Y cuál es la guía? ¿Cómo limita la lengua la arbitrariedad absoluta? La lengua limita la arbitrariedad utilizando los mismos elementos en diferentes construcciones y por consiguiente el lingüista debe guiarse por las analogías, por las correspondencias entre diferentes partes del sistema24, de modo que finalmente los elementos de la lengua son elementos de elementos, relaciones de relaciones, funciones cuyos términos son a su vez funciones. Saussure puede concluir declarando que la lengua, la estructura, es “por así decir un álgebra que no tiene más que términos complejos”25. Pero la tarea se convirtió entonces en algo demasiado grande para una sola persona, aunque ésta fuera Ferdinand de Saussure, y esto explica en parte por qué no publicó su obra26.

¿Y el cambio? Si un elemento extrae su valor del sistema en el que se integra, y si el valor es el ser del elemento, la historia no puede dar razón de ninguna manera del elemento. Saussure no “cree explicar el sentido actual de la palabra padre diciendo que pater tenía la misma significación”27. A Saussure tampoco le gusta contar historias. La historia es el reino de lo accidental. ¿Quién dará por ejemplo las leyes de los cambios fonéticos? Algunos los atribuyen a la inestabilidad política, a las épocas de crisis, pero al margen de que ésta debería afectar más la gramática que la fonética, no son capaces de percibir que la inestabilidad, a diferencia de la estabilidad, que aunque externa es una causa positiva, no es más que una condición negativa. En el mejor de los casos, y puesto que, siendo general, parece actuar de forma intermitente, se les podrá reclamar una causa determinante de esa causa general que existe desde siempre28 (la raza, el clima, la ley del mínimo esfuerzo, la transmisión de las imprecisiones lingüísticas de la infancia, o incluso -Saussure estimaba a Durkheim29- las leyes de la imitación). Saussure no es ni mucho menos un insensato y reconoce que la historia “condiciona” el sistema -lo repite muchas veces-, pero lo modifica cada vez en un solo punto y sin mantener ninguna relación interna con los cambios que induce. En este sentido, cuando distingue la sincronía y la diacronía, la lingüística estática y la evolutiva, el estado y la sucesión, el sistema y la historia, la comparación buena no es la del ajedrez sino la del cuerpo y su proyección en un plano. Por eso los valores se modifican “sin tocarlos”30, como corresponde a su naturaleza incorporal, proyectiva: se puede tocar un cuerpo pero no su proyección. La lengua experimenta transformaciones reales, del sistema y de sus elementos, y sin embargo nada la alcanza, la toca. La historia afecta una porción de materia, erosiona un cuerpo o le adjunta un nuevo fragmento, pero las transformaciones reales, elementales, se producen en otra dimensión31.

2. Jakobson

La llamada Escuela de Praga, a la que Jakobson, de origen ruso, perteneció, estableció por primera vez, alrededor de los años 30 del siglo XX, un modelo de estructura de esta otra dimensión: la estructura de los sonidos de la lengua, el sistema universal de los fonemas.

El problema se plantea en los mismos términos que lo hizo Saussure: cómo ordenar esa abrumadora multitud de detalles, de particularidades, de variaciones de los sonidos de una lengua. ¿Cómo determinar “los principios organizadores de la materia fónica”32? Porque es evidente que del ruido extraemos imágenes sonoras, pero no se sabe bien cómo, en razón de qué. Saussure ya había advertido que para esta tarea no se podía recurrir a la escritura. La escritura “representa” los sonidos, pero los representa de forma equívoca: con frecuencia hay diferentes signos para un mismo sonido e inversamente diferentes valores están representados por el mismo signo escrito (Saussure admite una cierta excepcionalidad del alfabeto griego). La escritura posee el prestigio que le da su naturaleza discreta, sólida, y que la impresión visual sea más clara que la sonora33. Pero comparadas con los equívocos que arrastra, estas no son virtudes suficientes para resolver lo que está en cuestión: cómo segmentar el flujo sonoro. Se podría recurrir para ello a la fuente física, material, a la dimensión genética, causal del sonido: describir los movimientos articulatorios que lo producen. Y así se ha intentado. Pero es que, en primer lugar, no existe un paralelismo riguroso entre efecto sonoro y causa motriz, como demuestra el caso de los loros, y los mismos sonidos pueden ser producidos por sujetos que carecen o tienen dañado alguno de los órganos que intervienen en la fonación, “con la condición de que la audición del sujeto sea normal”34. Con el mismo espíritu se podría intentar utilizar la imagen micrográfica de los sonidos. Sin embargo, y éste es un defecto que comparte con el análisis articulatorio, faltaría el criterio que permitiese interpretarlos: “cuando dos sonidos, como es siempre el caso, presentan al mismo tiempo semejanzas y diferencias, la acústica, no teniendo un criterio para evaluar lo que tiene importancia y lo que no la tiene, no sabría si es la semejanza o la diferencia lo que importa en ese caso. No sabría si se trata de dos variantes de una unidad o de dos unidades autónomas”35. El sonido por sí solo, separado de la función que cumple, de los efectos significativos que produce, no muestra ninguna marca intrínseca que permita su segmentación. En los dos casos, el empirismo simple, la experiencia desnuda, no tiene criterios para elegir, o sea, para distinguir lo que es relevante de lo que no lo es, lo que tiene carácter distintivo de lo que no lo tiene, para separar la esencia del accidente, para extraer el fonema, el invariante, del sonido infinitamente variable. La génesis del fenómeno no nos da la razón del fenómeno36.

La función del sonido es comunicar, de modo que solo tendrán relevancia aquellos rasgos del sonido que sirvan para distinguir una significación de otra. Son éstos los que aprende a distinguir el hablante nativo de una lengua y confunden al extranjero. Corresponde al lingüista Baudouin de Courtenay el mérito de haber comprendido que la descripción fonológica del sonido debía abandonar el análisis material y perseguir aislar sus unidades funcionales, los fonemas; corresponde a Saussure haber indicado que éstos formaban un sistema de relaciones, de oposiciones, de diferencias. Se llaman fonemas a las unidades fónicas que distinguen las significaciones, a los sonidos dotados de valor distintivo, significante; los fonemas forman un sistema, es decir, que cada uno se extiende hasta allí donde comienza otro, al que se opone. Y sin embargo, ¿cuál es ese sistema? Porque la oposición lógica se caracteriza por darse siempre entre dos elementos de tal manera que de la presencia de uno el espíritu es capaz de evocar la del otro. Y no parece que éste sea el caso de los fonemas, donde /a/ no hace pensar en /u/. Además, el número de oposiciones elementales sería mayor que el de los elementos derivados, de modo que el sistema sería más complicado que lo sistematizado (las ocho vocales del turco comprenden, según la fórmula algebraica de las combinaciones, veintiocho relaciones binarias)37. ¿Cómo mantener el elemento diferencial cuando se sistematizan los sonidos? Fue preciso buscar las oposiciones en otro lugar y para ello hubo que romper con la creencia en que el fonema, el elemento significante fundamental de la lengua, era imposible de descomponer: se analizó el fonema y se descubrieron en su interior las oposiciones constitutivas. Esto es lo que hizo la Escuela de Praga a partir del trabajo pionero de Nicolas Trubetzkoy sobre el sistema de las vocales. Se redujo la totalidad de los sonidos significativamente relevantes de la lengua a un conjunto de rasgos distintivos, de cualidades diferenciales, de los que cada uno era una combinación singular; los sonidos de la lengua fueron reducidos a un sistema de cualidades de orden inferior cuya presencia/ausencia definía cada fonema en cuestión (por ejemplo -aunque la nomenclatura sea inexacta-, /p/ en castellano es una consonante oclusiva labial sorda, a diferencia de /b/, que sería una consonante oclusiva labial sonora). El fonema pasó a ser un “haz de rasgos distintivos”38, una entidad compleja.

La descomposición del fonema en sus rasgos distintivos, la determinación del sistema limitado de cualidades del que cada fonema se extrae por combinación, el ars combinatoria de los fonemas, tiene una gran importancia. Cada rasgo hereda la propiedad diferencial que Saussure atribuía a los elementos del sistema. Por un lado, cada rasgo está constituido ya por una pareja de cualidades polares (grave/agudo) ya por la presencia y la ausencia de una cualidad (nasal/no nasal)39, y los dos tipos de cualidades responden por tanto a los dos tipos de oposición reconocidos por la lógica clásica, la contrariedad y la contradicción40; pero por otro, lo que es más importante, el rasgo mismo “es una propiedad relacional” y la identidad del rasgo reside en la relación que establece entre los dos términos de la alternativa, de modo que diferentes sonidos pueden constituir en una lengua el mismo fonema y un mismo sonido en dos lenguas puede presentar rasgos opuestos41. Son las combinaciones singulares de estos rasgos las que constituyen el fonema; las diferencias entre fonemas son por consiguiente más numerosas que los fonemas, pero el número de rasgos distintivos es menor que el de rasgos fonemas. En segundo lugar, cada vez se pronuncia un solo fonema, no es posible pronunciar dos fonemas a la vez, pero como cada fonema reúne varias cualidades distintivas, sí es posible, incluso es necesario, pronunciar varios rasgos distintivos a la vez. Estos rasgos están presentes en el sonido, y por tanto, al revés de lo que creía Saussure, el sistema virtual, paradigmático de la lengua no está in absentia en sus signos; con el resto de los fonemas la relación es in absentia, asociativa, pero las cualidades distintivas, los rasgos diferenciales, son inherentes al fonema, la relación es in praesentia, y esta reunión de diversas cualidades le da por así decir un volumen al fonema: “sobre el eje de las simultaneidades, el fonema, en tanto cúmulo de cualidades distintivas, presenta por así decir una 'extensión'”42. De este modo, el conjunto de las cualidades diferenciales permite organizar el sistema completo de los fonemas de todas las lenguas, el espacio fonológico universal, porque “la lista de rasgos distintivos que existen en las lenguas del mundo es extremadamente reducida43. Simplemente, cada lengua realiza solo algunas de las combinaciones simultáneas de rasgos distintivos. Como cada uno de los rasgos representa una dimensión, y el fonema es lo que ocurre en su cruce, el sistema de los sonidos significantes define un espacio, pero cada lengua organiza este espacio, lo recorta de diferente manera. Como la diferencia -de nuevo- se produce en otra dimensión, esta combinatoria puede llevar a reunir bajo un mismo fonema sonidos materialmente muy distintos, e inversamente, representar mediante diferentes fonemas sonidos idénticos; determinada combinación de rasgos en una lengua puede ser irrelevante, no distintiva, y lo que en una lengua es “lo mismo” en otra son dos sonidos claramente diferentes: el español, por ejemplo, limita a cinco el número de los fonemas vocales, y forzosamente agrupa bajo una misma clase sonidos que en otras lenguas, con un sistema vocálico más numeroso, son fonemas distintos; el ruso, en un caso más complejo, que Baudouin llamaba i mutabile porque según el lugar en el que se encuentre en la palabra se pronuncia de una u otra manera, no distingue fonológicamente la vocal palatal /i/ y la vocal velar /y/, que son dos variantes combinatorias de una misma vocal cerrada y no redondeada; o el caso tan llamativo para los europeos de la /r/ y la /l/, fonemas líquidos, en algunas lenguas orientales, en las que son dos variantes combinatorias de un mismo fonema44. Lo relevante, por tanto, no es el sonido material sino su posición en el sistema, aunque la posición misma también comprenda una cierta latitud de variaciones, la supresión o adjunción de ciertos rasgos (combinatorios, redundantes, expresivos, configurativos, etc.)45. Por último, ninguna lengua se sirve de todas las combinaciones posibles de rasgos, tal conjunción de rasgos es incompatible con otra, y “la coexistencia de rasgos en una lengua está limitada por leyes de implicación”46. El aprendizaje, el progreso del aprendizaje de los sonidos en el niño y su regresión en el afásico, también aparece gobernado por relaciones de implicación: el afásico comienza por olvidar lo último que ha aprendido y lo primero que aprende normalmente el niño es a decir “pa”, enunciado que desde el punto de vista fonológico resulta de la combinación de dos extremos, una consonante (labial) oclusiva y una vocal abierta47. La implicación (si p, entonces q, etc.) gobierna tanto la coexistencia de rasgos en el sistema como la sucesión de los fonemas durante el aprendizaje. ¿No sería también posible encontrar una “lógica interna”48 de la evolución del propio sistema, de la historia y la sucesión del sistema? No solo, en este sentido, un cambio de un valor sería ininteligible fuera del sistema, sino que un cambio es un paso entre dos sistemas, y por lo menos durante un tiempo los dos necesariamente coexisten. Hay una coexistencia de lo que se sucede y “un cambio es, al comienzo, un hecho sincrónico”49. Jakobson no opone la historia y el sistema, el dinamismo histórico-real y la sincronía metodológica, y atempera el valor de la sincronía, sino que profundiza la integración de los dinamismos en el sistema.

¿Dónde se conservan los fonemas?50 El fonema, la estructura, el sistema, se conserva en sí. Puesto que es irreductible a la materialidad del sonido, se podría sospechar que su realidad es psicológica, que pertenece al mundo de las imágenes mentales: el fonema sería la unidad intencional interior que los sonidos, cuando la exteriorizan, reproducen de manera variada. Sin embargo, la voz interior también contiene algunas de esas variaciones, e inversamente, el fonema invariable persiste entre las variaciones que acompañan a su pronunciación, y por tanto “querer superar la antinomia entre invariante y variabilidad atribuyendo la primera a la experiencia interna y la segunda a la experiencia externa acaba por desnaturalizar las dos formas de experiencia”51. El fonema tampoco es un género del que el sonido sería el espécimen porque lo que le interesa al fonólogo son las propiedades comunes -los rasgos distintivos-, y estas están tan presentes en los especímenes y sus variaciones como ausentes del género, que solo conserva una vaga semejanza52. Ni material, ni mental, ni genérica, ¿será la identidad del fonema simplemente nominal, una ficción útil? Pero esto equivale a sostener que la elección del fonema al que corresponde un sonido es en el fondo arbitraria, y esta extravagante suposición está desmentida por nuestros actuales conocimientos. El fonema no es reducible al sonido, no es solo material, pero tampoco existe fuera, en la mente, los géneros o incluso en la cabeza del investigador: “el fonema no es ni idéntico al sonido, ni exterior al sonido, sino que está necesariamente presente en el sonido, inherente y superpuesto al sonido”53. El fonema no está ni dentro ni fuera del sonido; el fonema está justo entre el sonido y el sentido. El fonema selecciona en la materialidad del sonido aquello que es digno de ser notado y con ello transforma el sonido real en sentido posible. Por eso la realidad del fonema no puede sostenerse de la psicología, ni ser un género, sino que la psicología y los géneros, el sentido, suponen por el contrario la distinción fonemática.

El fonema clarifica parcialmente “el misterio de la idea incorporada a la materia fónica, el misterio de la palabra, del símbolo lingüístico, del Logos”54. El fonema es una posibilidad de significación, de sentido. Hay una originalidad del fonema. El fonema es un signo, y el signo es algo que está en lugar de otra cosa, pero la otra cosa, el contenido al que se refiere el fonema no es ninguna significación determinada sino la pura posibilidad de distinguir significaciones. A diferencia del resto de los elementos de la lengua, el fonema no tiene ningún correlato del lado del significado, sino que “el significado de una entidad de este tipo es pura 'alteridad', a saber, una diferencia semántica presumida entre las unidades significativas a las que pertenece y aquellas otras que ceteris paribus no contienen la misma entidad”55. Las significaciones de la lengua se producen a partir de elementos significantes pero vacíos, que no poseen ninguna significación. ¿Cómo realizan su función significante los fonemas? Mediante un código. Es el código el que atribuye a una determinada combinación de fonemas en la llamada -según la terminología de André Martinet- segunda articulación, un determinado significado en la primera articulación. Es el código el que ajusta el significante y el significado, es decir, el que permite codificar, o sea, convertir un sentido en sonidos al hablante, el que permite descodificar, o sea, pasar de los sonidos al sentido al oyente, y el que trata de recodificar, o sea, traducir en un metalenguaje el lingüista56. Y si el significante, el fonema, es irreductible a la materia, el significado tampoco se confunde con el objeto, con la referencia. El sentido de una palabra no es su referente, el objeto que designa, sino su traducción por otro signo que lo interpreta: ¿cómo, si no, se entendería el significado de palabras tales como “Dios” o “ambrosía”?57. Incluso la designación pura, la indicación con un dedo, para ser comprendida, supone “dominar una serie de signos lingüísticos, que funcionarán como interpretantes del signo en cuestión”58.

3. Lévi-Strauss

Lévi-Strauss ha reconocido la gran influencia que han ejercido los trabajos de Jakobson en su obra. Incluso compara la posición del incesto en el paso de la naturaleza a la cultura con la posición del fonema en el paso del sonido al sentido59. ¿En qué sentido? La prohibición del incesto, del matrimonio entre parientes próximos, es una regla, tiene el carácter coercitivo de las reglas, y en este sentido pertenece a la cultura, pero es una regla universal (la única), y en este sentido hereda una propiedad de las tendencias, de las conductas instintivas, de la naturaleza60. La distinción entre naturaleza y cultura en el hombre no tiene más criterio que éste: lo instintivo es espontáneo, lo institucional está regulado. La regla se caracteriza por su variabilidad, por la particularidad, y desde este punto de vista la universalidad de la prohibición es una anomalía, conserva propiedades de ambos dominios. Pero la distinción entre naturaleza y cultura, siendo válida, no es histórica sino formal, “lógica”61, y es imposible disociar de la naturaleza del hombre la cultura (como es imposible encontrar el menor rastro de cultura en el reino animal, donde lo que escapa al instinto también lo hace a la norma). No hay paso de la naturaleza a la cultura en el hombre, es decir, no hay ningún estado de naturaleza previo al que el hombre pudiese regresar; el hombre no es un animal doméstico sino el único animal que se ha domesticado a sí mismo, y por eso los niños salvajes no son el hombre en su estado natural (como más o menos vino a decir Voltaire, una abeja sola es una abeja perdida, no una abeja salvaje)62. La cultura es en su caso parte de “lo natural”, y la génesis del hombre no es empírica -natural-, sino lógica, estructural -semiótica. La hipótesis de Lévi-Strauss es que la prohibición del incesto es precisamente el elemento en el que se realiza el paso, o sea, la génesis. Esta es la razón de su estatuto paradójico: la prohibición es tanto naturaleza, porque es una condición general de la cultura, y de ahí le viene su universalidad, como cultura, porque impone su regla a fenómenos que en principio no dependen de ella; la prohibición no es naturaleza, porque con ella la naturaleza deja de existir, ni cultura, porque cuando ella llega la cultura todavía no existe63.

Lévi-Strauss se opone por consiguiente a todas aquella explicaciones que han intentando derivar la prohibición de la naturaleza o de la cultura, buscar su origen en la biología o en lo social, “reducirla a otra cosa”64. En primer lugar, las explicaciones biológicas, cuyos conceptos son “el último vestigio de la trascendencia en el pensamiento contemporáneo”65, no se sostienen. Las taras que resultan de la endogamia es una razón que no se corresponde ni con la verdad histórica -porque no hay referencias ni testimonios-, ni con la verdad lógica -porque es una prohibición, no una prescripción, y porque la prohibición afecta en muchos casos al matrimonio entre primos paralelos (procedentes de dos hermanos o dos hermanas) y no a los primos cruzados (de un hermano y una hermana)-, y ni tan siquiera con la verdad biológica -porque el peligro de aparición de caracteres recesivos en la descendencia de las uniones endógamas sería el resultado de una tradición exógama, y no su causa (los caracteres recesivos en las uniones endógamas, como demuestran las técnicas de selección agrícolas, desaparecen después de un número no muy alto de generaciones)66. Hacer depender la prohibición de una supuesta repugnancia instintiva es bastante más absurdo, pues no se ve muy bien la razón por la que se debería prohibir algo que de todas maneras se detesta67. Por último, las explicaciones que atribuyen el origen de la prohibición a una determinación social tienen el defecto, entre otros, de hacer depender la prohibición de circunstancias completamente heterogéneas con la situación actual y transformar la prohibición presente en un vestigio o en algo que ha adquirido nuevas funciones. Sin embargo, el enigma que acompaña a la prohibición del incesto es precisamente determinar qué causa omnipresente, contemporánea de sus efectos, hace que en todas las sociedades exista una reglamentación de las relaciones entre los sexos68. Y ésta es justamente el valor de la exogamia: el intercambio de mujeres es la única manera de asegurar la supervivencia y la reproducción del grupo, sin que éste se descomponga en una multiplicidad de familias, de modo que el caso del incesto consiste menos en la prohibición de casarse con su madre, hermana, etc. que en la obligación de dar su hermana o hija a otro; el matrimonio, la alianza matrimonial, no es un acontecimiento aislado sino un proceso social, y es por tanto el mismo error el que concibe el matrimonio como un asunto exclusivamente individual y el que reduce la naturaleza de la prohibición del incesto a la biología69. La prohibición del incesto marca la fundación de la sociedad, el paso de la naturaleza a la cultura, pero la emergencia de la cultura no es un hecho natural. La prohibición no es un hecho sino un significado, y antes que causas, lo que tiene es un sentido, una significación. La prohibición no existe fuera de lo que determina y es inconmensurable con lo que la precede. Es este orden autónomo, como el fonema de Jakobson y la lengua de Saussure, el que Lévi-Strauss ha pretendido describir, o explicar: “si es legítimo, y en cierto sentido inevitable, recurrir a la interpretación naturalista para tratar de comprender la emergencia del pensamiento simbólico, una vez dado éste la explicación debe cambiar de naturaleza tan radicalmente como el nuevo fenómeno aparecido difiere de aquellos que lo han precedido y preparado”70.

¿Qué significa? Esta es una pregunta que se repite mucho en los libros de Lévi-Strauss. Por ejemplo, ¿qué significa el totemismo, es decir, la correlación que parece existir en algunas sociedades entre ciertos grupos de hombres y ciertas especies de animales y plantas (Lévi-Strauss rechazará parcialmente la adecuación del concepto de totemismo)?71 El principal error de interpretación sería rebajar de nuevo el significado y hacerlo un resultado de condiciones naturales, confundir la significación con la utilidad. Según este estilo de pensamiento, generalmente anglosajón (muchos de cuyos representantes Lévi-Strauss respeta y admira), los animales y las plantas comenzarían a ser totémicos porque son “buenos para comer” y el totemismo sería una función de un interés natural72. Este interés explicaría además, aunque de manera algo indefinida, el origen del culto totémico, que se derivaría de la alucinada pretensión de dominar aquello que se desea73. El problema es que el interés económico, además de no explicar por qué el totemismo no existe en todas partes, no da razón de muchos tótems. La utilidad entra entonces en una “extraña dialéctica”: los tótems reflejan intereses económicos, y por eso los grupos de la costa tienen especies marinas, pero también el trueno, porque anuncia la estación de viento, la marea, porque trae el alimento, e incluso un pajarillo, porque les protege durante la pesca -es cierto que es difícil explicar el afecto por la estrella fugaz, pero es que finalmente el interés lo cubre todo, incluso las cosas negativas, y siempre se puede incluir dentro de lo útil aquellas cosas que suscitan la admiración o el temor, de modo que no hay nada que no ofrezca, por un lado o por otro, algún tipo de interés74. Sin embargo, llegados a este punto, es la noción de interés la que parece perder todo interés. Un problema análogo presenta la explicación utilitaria, funcional de la magia, de los rituales mágicos, que se supone que perseguirían atenuar la ansiedad. Pero es que además de que no hay correspondencia biunívoca entre empresa de riesgo y ritual mágico (no todo lo que implica peligro es objeto de un ritual), hay un problema con la afectividad como razón explicativa. Y es que como la naturaleza de los afectos es algo especialmente oscuro existe la tentación de recurrir a ellos para explicar algo. Sin embargo, lo que es rebelde a la explicación no puede servir como explicación de nada, y la ininteligibilidad no es signo de originalidad. Por el contrario, no es el sentimiento lo que engendra el rito sino el rito el que suscita la emoción, de modo que no sería la magia la que atempera el sentimiento de riesgo sino el ritual el que provoca la ansiedad (v.gr. la angustia de comer carne durante la cuaresma, o la repugnancia hacia el incesto). ¿No se podría aplicar este razonamiento a los tótems, que no se convertirían en tales porque se sostienen de un interés sino que despiertan el interés porque son objeto de actividades rituales?75 ¿Y no son todos estos diferentes casos del tradicional problema filosófico de las razones, de la anterioridad y la posterioridad, de lo primero y lo segundo, de lo principal y lo derivado? Sin embargo, el argumento de Lévi-Strauss parece fuerte, precisamente porque se mantiene en el orden de las razones, o sea, del sentido, la cultura y lo simbólico. La explicación del sentido de una institución cultural no puede pasar por el recurso a determinaciones exteriores, naturales, por la sencilla razón de que estas no existen propiamente con independencia de la institución, a la que por el contrario suponen para recibir su significado76. Por eso la utilidad o el afecto no son la causa del rito sino que el rito tiene un sentido que explica los sentimientos y los comportamientos asociados. Pero, entonces, ¿qué es el sentido, el significado?

El significado de una institución, como el del lenguaje, debe buscarse en la combinación reglada, sistemática, de elementos que en sí mismos carecen de significado y solo lo reciben de su relación. Por ejemplo, el problema clásico del tío materno, cuya relación con el sobrino es objeto de una gran atención en un buen número de sociedades primitivas muy diferentes y alejadas. ¿Cuál es “la razón”77 de la actitud del tío materno? La etnología había descubierto una correlación entre la relación del tío con el sobrino y la del padre con el hijo tal que si la primera relación estaba marcada positivamente -familiaridad, libertad-, la segunda lo estaría negativamente -reserva, antagonismo-, y viceversa, y había creído poder referir estas relaciones al tipo de régimen de filiación: en la filiación patrilineal el tío materno adoptaría el papel de una madre, mientras que en el régimen matrilineal encarnaría la función del padre. Sin embargo, el avunculado no está presente en todos los sistemas matrilineales o patrilineales y en ocasiones aparece en sistemas que no son ni lo uno ni lo otro, de modo que la razón es insuficiente. El avunculado, según Lévi-Strauss, supone cuatro términos (hermano, hermana, cuñado y sobrino), no solo dos (tío y sobrino), y comprende cuatro relaciones: hermano-hermana, marido-mujer, padre-hijo y tío materno-hijo de la hermana. Así establecido, el estudio del avunculado se parece al del sistema fonológico, y la etnología sería capaz de “extraer, de una riqueza y una diversidad empíricas que desbordarán siempre nuestros esfuerzos de observación y descripción, constantes que son recurrentes en otros lugares y en otras épocas”78. Y esto no solo porque, al igual que la lengua con los sonidos, la cultura también conserva entre todas las actitudes posibles solo unas pocas y las combina en estructuras variadas, ni porque estos sistemas de actitudes se puedan analizar en pares de oposiciones, sino porque además nos da la ley de las combinaciones y esta ley subordina los términos a sus relaciones. ¿Cuál es esta ley? Una doble correlación: entre la relación del tío con el sobrino y la del padre con el hijo, por una parte, y entre la relación del marido y la mujer y la del hermano y la hermana, por otra; la relación entre tío y sobrino es a la relación entre hermano y hermana como la relación entre padre e hijo es a la relación entre marido y mujer (si la relación entre el tío y el sobrino es positiva y la del hermano y la hermana, negativa, la del padre y el hijo será negativa y la del marido y la mujer, positiva, etc., de modo que solo hay cuatro combinaciones posibles)79. Se ve, además, que lo relevante no es la posición del tío, la relación aislada entre el tío y el sobrino, ni su correlación simple con la relación entre el padre y el hijo, sino su función en un sistema de correlaciones en los que también entra su hermana. Por eso tampoco hay que preguntarse cómo aparece el tío materno en las relaciones que se establecen entre su hermana, el marido y el hijo, porque su presencia está asegurada, es necesaria, el tío está dentro desde el comienzo, no viene de fuera. Para ello basta con dejar de atender a los términos por separado y concentrarse en el sistema: el tío es “la condición” de la estructura, y esta estructura “es la más simple estructura de parentesco que pueda concebirse y que pueda existir; es, hablando con propiedad, el elemento de parentesco80. Esta es “la razón” del avunculado, que no es sino un corolario de una razón superior. La estructura de parentesco supone tres tipos de relaciones: de consanguinidad, entre hermano y hermana, de filiación, entre padre e hijo, y de alianza, entre marido y mujer. Pero hay un “hecho decisivo”, y este es que “en la sociedad humana el parentesco sólo es libre de establecerse y perpetuarse por medio y a través de determinadas modalidades de alianza”, de modo que las supuestas relaciones de primer orden (familia biológica) son funciones de las de segundo orden (con otras familias): el parentesco no es una realidad biológica, natural, sino social, y “lo verdaderamente 'e1emental' no son las familias, términos aislados, sino la relación entre esos términos”81. En otras palabras, el tío aparece al mismo tiempo que se prohíbe el incesto y hay que “dar” a la hermana. Este es el significado del avunculado.

Estas donaciones, estos sistemas de intercambio de los que el avunculado muestra la forma más simple, son en algunos casos bastante complejos, y es imposible no sospechar de este formalismo tan cuidado. ¿Cómo se le iba a ocurrir a una mente primitiva? La respuesta de Lévi-Strauss es que no se le ha ocurrido a una mente primitiva privilegiada, ni tampoco ha sido el resultado fortuito del devenir histórico, sino que, como el tío materno, estaba ahí desde el comienzo del ser humano: no podía pensar de otra manera. La sociedad podría no haber existido, pero la cultura es contemporánea de la emergencia, por una parte, de ciertas formas de reciprocidad que transforman a los individuos en compañeros, y por otra, de una cierta forma lógica que opera mediante oposiciones, relaciones, de un cierto simbolismo82. Como decía Peirce, no es lo mismo que A le dé una cosa a B, y que A lance una cosa al aire y B la recoja: lo segundo es como la caída de una piedra, un choque, lo primero ya tiene la forma de la ley de la gravitación, hay relación y pensamiento. El salvaje piensa, y en cierto sentido, solamente piensa. Por eso los animales y plantas, en el totemismo, no son elegidos porque sean buenos para comer sino “buenos para pensar”83.Y son buenos para pensar las relaciones sociales, vitales. El significado del totemismo hay que buscarlo en las virtudes noéticas de los animales y plantas. Los animales no son estímulos mágicos, son signos; no tienen un contenido cada uno por separado sino que sus relaciones presentan una forma. No es que el ancestro del clan se parezca a tal animal, todavía menos que se aspire a capturarle por encantamiento mágico, sino que tales animales en la mente del salvaje mantienen entre sí relaciones análogas a las que mantienen los clanes entre sí; la semejanza no es entre los términos, uno a uno, sino entre dos series de términos, los animales por un lado, los grupos humanos por otro84. El tótem es un espejo, pero el reflejo no se entiende separado del resto. ¿Qué significa la relación que los Nuer establecen entre los gemelos y algunos pájaros? No es que se parezcan, evidentemente, sino que entre ellos y el resto de humanos se da la misma relación que entre, por una parte, las aves que vuelan bajo y las aves que vuelan alto, y por otra, las personas celestes y las personas terrestres: los gemelos no son como el resto, por eso tienen algo de aves, son de lo alto, celestes, pero son todavía humanos, por eso son como las aves “de abajo” -”nos encontramos en presencia de una serie de encadenamientos lógicos que unen relaciones mentales”85. El totemismo, entre la imagen y el concepto, es una suerte de esquematismo.

El totemismo no es sino un caso, muy frecuente, de un principio más general: que la contradicción integre, que la oposición resuelva86. Esta es la función del mito: el sentido del mito no es intrínseco sino que sirve para explicar otras cosas, “las imágenes del mundo, de la sociedad y de su historia de las que los miembros del grupo tienen más o menos conciencia” y que por lo general “no logran unirse y, muy frecuentemente, chocan entre sí”87. ¿Cómo lo logra? Contando una historia. Y desde el primer momento Lévi-Strauss hace notar que esta historia es siempre sospechosamente compleja: si se tratase simplemente de explicar la tormenta sería extraño que se diesen tantas vueltas88. El mito no trata de explicar los fenómenos naturales sino que “los fenómenos naturales son aquello por medio de lo cual los mitos tratan de explicar realidades que no son de orden natural sino lógico”89. Hay una lógica del pensamiento mítico, hay “ciertas operaciones lógicas que están a la base del pensamiento mítico”90, y es preciso por tanto encontrar la “lógica” de la historia, es decir, el tipo de mediación que opera en la situación contradictoria que se trata de explicar. ¿Cómo extraerla? De nuevo, y como siempre, hay que aislar las unidades constitutivas significantes, los elementos del mito, los mitemas, y combinarlos a la manera de los fonemas. ¿Cómo? Reduciendo, en primer lugar, el relato a una serie de acontecimientos indivisibles, de relaciones predicativas, segmentando la narración en sus sucesos atómicos (x se relaciona con y, z mata a x, etc.). Se reúnen después los acontecimientos en grupos, una vez definido cada grupo por la posesión de un rasgo común. El resultado es la traducción de la sucesión unidimensional a una representación en dos dimensiones: vertical, en columnas, según el rasgo común; horizontal, en filas, según “el tiempo”, o sea, según las relaciones que mantienen entre sí los rasgos, las columnas de rasgos91. Se pasa entonces de la sucesión narrativa a “un sistema de referencia temporal de un nuevo tipo”92; se extrae la armonía de la melodía, la estructura de la sucesión, se lee el hecho, se comienza a comprender el relato. Se ha “seriado” la primera dimensión; se han ordenado las series según una segunda dimensión, y se han relacionado los grupos. Aquí ya aparece el significado, en las relaciones entre los rasgos. Los mitemas, a diferencia de los fonemas, no son haces de relaciones, sino que cada mitema entra en un grupo, pero esta “imposibilidad de conectar grupos de relaciones es superada (o más exactamente reemplazada) por la afirmación de que dos relaciones contradictorias entre sí son idénticas en la medida en que cada una es, como la otra, contradictoria consigo misma”93. Y si el significado del mito se extrae de la relación, el significado de los mitemas es el que les corresponde según su posición. ¿“Por qué”, se pregunta Lévi-Strauss, en la mitología americana los bufones tienen atribuidas funciones guerreras94?; ¿por qué el Dios de ropas lujosas es a menudo un Ash-boy, una cenicienta varón, o la madre de los animales está asociada a la niebla95?; ¿cuál es “la razón” de que el papel del trickster, del tramposo, les corresponda al coyote o al cuervo96? La razón es que son todos términos en posición de mediación -como la niebla, que es intermedia entre el cielo y la tierra, o como la ceniza, entre el suelo y el cielo, o como las ropas, entre la naturaleza y la cultura, o como el coyote, que es un carroñero, y por tanto está entre la caza, por lo que come, y la agricultura, porque no mata. Estos términos mediadores mantienen a su vez relaciones entre sí -como el bufón, que “abusa” de los productos agrícolas, y los dioses de la guerra, que resultan de un “abuso” de la caza-, de modo que se establecen entre los términos correlaciones complejas. Por eso, como regla general, no existe un significado esencial, arquetípico de los elementos, por ejemplo del sol, que se repita en todos los mitos, sino que lo que hay es una serie de contenidos ideales muy variados, según la posición que ocupa en los diferentes mitos, según las oposiciones y correlaciones en las que entra97. De nuevo, es más importante la forma simbólica que el contenido imaginario. Pero esto todavía no es la estructura, sino solo una de sus posibilidades; la estructura supone una tercera dimensión, un volumen. Este es el tercer momento del método: hay que recoger todas las versiones del mito y yuxtaponerlas, superponerlas, y formar una estructura tridimensional, multidimensional: la experiencia prueba que, así -seriadas, ordenadas y yuxtapuestas-, las diferentes versiones del mito “ofrecen entre sí correlaciones significativas”98. La estructura nos da una ley, pero esta es la ley de las variaciones entre las diferencias versiones del mito. Lévi-Strauss aproxima entonces el mito a la concepción del trauma en Freud, que ocurre entre dos momentos -infantil y adulto-, que supone dos series. Las dos series se repiten entre sí, y por eso “los mitos hacen un uso tan frecuente de la duplicación, la triplicación o la cuadriplicación de una misma secuencia” y la repetición cumple la función de “poner de manifiesto la estructura del mito”; pero “nunca son rigurosamente idénticas”, pues “si es verdad que el objeto del mito es proporcionar un modelo lógico para resolver una contradicción (tarea irrealizable si la contradicción es real), será engendrado un número teóricamente infinito de hojas, cada una ligeramente distinta de la anterior”99.

Los mitos tienen una forma y el pensamiento del salvaje tiene una lógica. Esta, insiste Lévi-Strauss, se diferencia menos de la ciencia por el tipo de operaciones mentales que supone que por el objeto al que se aplica; el progreso del mito a la ciencia no está en la conciencia sino en el mundo100. Se hace mal, por tanto, cuando se orienta exclusivamente la defensa del pensamiento salvaje en Lévi-Strauss hacia el problema del relativismo. El problema sería también metodológico, reflexivo: estaría fundamentando la realidad de su objeto, el objeto lingüístico en etnología, y su tratamiento estructuralista, el formalismo estructuralista. Como dice Ortigues, “en materia de lenguaje y de símbolos las cuestiones de orígenes son cuestiones falsas puesto que siempre se pueden invocar a la vez todas las causas físicas, psicológicas, sociales, espirituales; no hay aquí más problema que el de la 'causa formal', es decir, la estructura interna y las condiciones de sentido”101. He intentado mostrar cómo comenzaba a tomar forma este nuevo dominio en Saussure, Jakobson y Lévi-Strauss.



El problema de la razón en Saussure, Jakobson y Lévi-Strauss.

On the problem of reason in Saussure, Jakobson and Lévi-Strauss


BIBLIOGRAFÍA


- Deleuze, La isla desierta y otros textos, Pre-textos, Valencia 2005

- Ducrot-Todorov, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, Siglo XXI, Madrid, 1983

- Ducrot, El estructuralismo en lingüística, Losada, Buenos Aires 1975

- Fernández Liria, “El estructuralismo. Sentido de una polémica” en Navarro-Cordón (ed.), Perspectivas del pensamiento contemporáneo, Síntesis, Madrid, 2004

- Jakobson, Ensayos de lingüística general I, Minuit, Paris, 1970

- Jakobson, Ensayos de lingüística general II, Minuit, Paris, 1978

- Jakobson, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, Minuit, Paris, 1976

- Lévi-Strauss, Antropología estructural, Paidós, Barcelona, 1987

- Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, FCE, México, 1984

- Lévi-Strauss, El totemismo en la actualidad, FCE, México, 1980

- Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, Paidós, Buenos Aires, 1969

- Ortigues, El discurso y el símbolo, Aubier, París, 1962

- Pardo, Estructuralismo y ciencias humanas, Akal, Madrid, 2001

- Saussure, Curso de lingüística general, Payot, París, 1978



Fecha de recepción: 20 de diciembre, 2009

Fecha de aceptación: 5 de enero, 2010


1 Becario del Real Colegio Complutense de la Universidad de Harvard
2 DELEUZE, Gilles, La isla desierta (¿Cómo reconocer el estructuralismo?), p. 226. Las referencias bibliográficas completas aparecen al final del texto
3 DELEUZE, Gilles, La isla desierta (¿Cómo reconocer el estructuralismo?), p. 234 (“Dicho de otro modo, el tiempo concebido como relación de sucesión de dos formas actuales se contenta con expresar abstractamente los tiempos internos de la estructura”)
4 DUCROT, Oswald, El estructuralismo en lingüística (primer y segundo capítulo). Ducrot muestra sucesivamente que el tratamiento saussuriano de la segmentación ya existía en el siglo XIX (p. 25-27), que esta vía no cristalizó porque no se consideró que la evolución de las lenguas tuviese ninguna relación con su organización interna (37-38), que la intervención de Saussure se realiza en este contexto polémico (51)
5 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 23, 147-149, 153
6 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 64
7 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 156
8 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 145
9 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 156
10 DUCROT, Oswald, El estructuralismo en lingüística, p. 56-58, donde critica la imagen de las bandas paralelas e indica la verdadera aportación original de Saussure. (El significado, es cierto, parece resistir en algunos aspectos al paralelismo. Salta a la vista, y Saussure no pudo no verlo, que la amplitud de sentidos comprendida en “Messieurs” no es equivalente a la latitud de pronunciaciones del monema “sieu” en francés. Saussure (p. 151) hace corresponder a una variación expresiva en la pronunciación un nuevo matiz de sentido, pero la equivalencia no se sostiene en todos los casos y el matiz semántico es inconmensurable a la variación del significante. ¿No es ésta parte de la fuerza de Louis Hjelmslev cuando, comenzando por lo que llama el texto, distingue la forma del contenido de la forma de la expresión (y con ello la denotación, la connotación y la metasemiótica)?)
11 DUCROT, Oswald-TODOROV Tzvetan, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (Signo), p. 122
12 WAHL, François, Introducción a DUCROT, Oswald, El estructuralismo en lingüística, p. 13
13 PARDO, José Luis, El estructuralismo y las ciencias humanas, p. 27. Toda la primera parte es un desarrollo de la comparación del positivismo de la verdad -explicación- y la hermenéutica del sentido -comprensión- con el estructuralismo que, incomprensible e inexplicablemente, ofrece una verdad del sentido.
14 SAUSSURE, Ferdinand de,, Curso de lingüística general, p. 164. Sobre la diferencia entre la identidad material (el barco de Teseo) y la identidad formal (el barco de las siete y cuarto), íbid., p. 150-152
15 PARDO, José Luis, El estructuralismo y las ciencias humanas, p. 19
16 El caso del significado es más complejo. Entre el significante y el significado, como se ha señalado, se establecen correspondencias biunívocas; pero al interior del significante y del significado, cada uno por su lado, entre sus elementos se establecen relaciones binarias. De la misma manera que los componentes elementales del significante fueron finalmente designados como fonemas, los elementos en los que se analiza el significado, o los sememas, serán designados como semas (ejemplo: los semas del significado /padre/ serían animal -y no inanimado-, humano -y no inhumano-, varón -y no mujer-, etc.)
17 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 115
18 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 159-160
19 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 171
20 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 177.
21 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 173-174.
22 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 177
23 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 181
24 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 168, 215-230
25 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 168
26 DUCROT, Oswald, El estructuralismo en lingüística, p. 88
27 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 136 y 128 (“se afirma a menudo que no hay nada más importante que conocer la génesis de un estado dado: esto es verdad hasta cierto punto”)
28 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 202-208
29 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 38 (“el modo de existencia de la lengua puede ser representado por la fórmula: 1 +1 + 1 + 1 = 1 (modo colectivo)”). La intervención postestructuralista se realiza, entre otros lugares, aquí, pero no para reproducir, desde luego, el empirismo pre-estructuralista, como por el contrario parece sostener Carlos FERNÁNDEZ LIRIA en El estructuralismo. Sentido de una polémica, p. 120
30 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 121, 123, 166
31 La argumentación de la tercera y la cuarta parte del Curso, que el editor hace notar que no estaban pensadas para figurar en esa posición final, reflejan constantemente esta intuición “estructural”. En este sentido, la mayoría de las referencias que Juan Manuel ÁLVAREZ cita en su introducción a Saussure (Lingüística estructural. Introducción a los autores, Madrid: Ed. Akal, 1983, p. 26-29) parecen erróneas, nominales: la sincronía no puede ser una simple ficción metodológica.
32 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 30. Lévi-Strauss, en el prefacio, se refiere a la necesidad de dar “razón de los fenómenos” (9)
33 SAUSSURE, Ferdinand de, Curso de lingüística general, p. 45-54
34 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 32 (“si una anomalía dental provoca un defecto en la pronunciación, se encuentran siempre lagunas en la audición”)
35 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 36-37
36 Jakobson (Ensayos de lingüística general II, p. 125; Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 33) se refiere al curioso fenómeno diacrónico, muy frecuente en muchas lenguas, de cambio del punto de articulación de un sonido de velar a labial, y viceversa, cuando son dos zonas del aparato de fonación muy alejadas: la razón es que ambas zonas tienen un rasgo en común, que no comparten con los sonidos palatales y dentales.
37 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 86-89
38 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 91
39 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 105
40 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general II (Observaciones sobre la clasificación fonológica de las consonantes), p. 124
41 JAKOBSON, Roman Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 114-115 (“Da igual cuánto difieran genética y acústicamente las dos consonantes de tot: ambas tienen un registro elevado opuesto a las dos labiales de pop […] Un par de fonemas vocálicos palatales que se oponen [...] acústicamente por una concentración más alta o más baja de la energía (compacto/difuso) puede, en ciertas lenguas, ser realizado en una posición como [æ]-[e], y en otra como [e]-[i], de suerte que el mismo sonido [e] en una posición realiza el término difuso y en otra el término compacto de la misma oposición”)
42 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 110
43 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general II (El agenciamiento de la comunicación verbal), p. 84. También, JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 126 (“la multiplicidad supuesta de rasgos se revela largamente ilusoria“)
44 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 93-94, 43-44 y 68. También, Ensayos de lingüística general I (Lingüística y teoría de la comunicación), p. 89
45 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 109-110 y 114-115
46 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general II (El agenciamiento de la comunicación verbal), p. 84
47 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 125 y 136 ss.
48 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general II (El concepto lingüístico de rasgos distintivos. Reminiscencias y meditaciones), p. 135
49 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (El lenguaje común de los lingüistas y de los antropólogos), p. 37. Jakobson (36-37) pone el ejemplo de la fusión en ruso de los dos fonemas /e/ e /i/ en uno solo, /i/, desde la generación de sus abuelos, en la que se distinguían, hasta la suya, en la que se funden, pasando por la de sus padres, en la que la distinción era facultativa (si uno quería hacerse pasar en ambientes familiares por moderno y juvenil, adoptaba una pronunciación distendida y no los distinguía)
50 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 50 y 65-66 (“¿dónde reside el fonema?”)
51 JAKOBSON, Roman Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 111-112. Y Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 29 y 51-53
52 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 112-113
53 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 94. Y Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 108 (“El sujeto hablante ha aprendido a hacer ciertos movimientos productores de sonidos de tal manera que los rasgos estén presentes en las ondas sonoras, y el auditor ha aprendido a extraerlos de las ondas”)
54 JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 22
55 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general II (El lenguaje en relación con el resto de los sistemas de comunicación), p. 103. También, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 111, y Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 69-82
56 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Lingüística y teoría de la comunicación), p. 90-97 y 39. Sobre la necesidad de distinguir dos niveles, fonológico y semántico, en el análisis lingüístico, Ensayos de lingüística general I (Fonología y fonética), p. 104
57 JAKOBSON, Roman, Ensayos de lingüística general I (Aspectos lingüísticos de la traducción), p. 78-84. Incluso en el caso de la ciencia, la naturaleza no da imágenes sino índices a partir de los que el teórico debe construir símbolos, Ensayos de lingüística general I (Lingüística y teoría de la comunicación), p. 91.
58 JAKOBSON, Roman Ensayos de lingüística general I (El lenguaje común de los lingüistas y de los antropólogos), p. 41-42. La noción de interpretante es de Charles Sanders Peirce, al que Jakobson recurre en semántica muchas veces.
59 LEVI-STRAUSS, Claude, Prefacio a JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 12
60 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 43
61 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 35
62 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 37-38
63 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 59
64 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 45
65 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 47
66 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 46-48
67 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 50-52. Se responderá que el incesto se encuentra en el mismo caso que el suicidio, pero al margen de que el suicidio es un fenómeno exclusivamente humano, un producto de la vida social, la sociedad solo prohíbe lo que ella suscita, y solo en determinados casos, cuando le interesa (hay suicidios heroicos).
68 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 57. Es un tema, el de la necesaria contemporaneidad de la causa si se quiere que ésta sea explicativa, que reaparece al final de la obra, cuando discute la interpretación freudiana del totemismo (Claude Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, p. 567-570)
69 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 558
70 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (El análisis estructural en lingüística y antropología), p. 95
71 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (Introducción), p. 27 (“¿qué significa todo esto?”)
72 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 94
73 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 89
74 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 96-97
75 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 101-107
76 “Las condiciones naturales no se experimentan [...] ni tan siquiera tienen existencia propia, sino que son función de las técnicas y del género de vida de la población que las define […] Las propiedades del medio adquieren significaciones diferentes según la forma histórica que cobra tal o cual género de actividad” (LEVI-STRAUSS, Claude, El pensamiento salvaje, p. 142)
77 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (El análisis estructural en lingüística y antropología), p. 83, 84, 90 y 94
78 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (Apéndice a los capítulos III y IV), p. 122
79 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (El análisis estructural en lingüística y antropología), p. 86-89. Esta ley tiene una confirmación experimental diacrónica: cuando, al parecer, en la Edad Media las relaciones entre el padre y el hijo se distienden, las del tío y el sobrino se fortalecen.
80 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (El análisis estructural en lingüística y antropología), p. 90 (subrayado de Lévi-Strauss)
81 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (El análisis estructural en lingüística y antropología), p. 94
82 LEVI-STRAUSS, Claude, Las estructuras elementales del parentesco, p. 125, 142-143 y 181-185, y El totemismo en la actualidad, p. 132-133 y 146 (“El paso de la naturaleza a la cultura aparece fundado... en la aparición de una lógica que opera por medio de oposiciones binarias y que coincide con las primeras manifestaciones del simbolismo”)
83 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 131
84 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 113-115
85 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 117-119
86 LEVI-STRAUSS, Claude, El totemismo en la actualidad, p. 130-131
87 LEVI-STRAUSS, Claude, Prefacio a Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 16
88 LEVI-STRAUSS, Claude Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 230 (“¿por qué habrían de preferir súbitamente maneras de pensar tan oscuras y complicadas?”). Hace ya mucho tiempo que José Luis PARDO percibió el interés de este artículo para la comprensión de algún pensador postestructuralista (Deleuze, violentar el pensamiento, Madrid: Ed. Cincel, 1990, p. 109)
89 LEVI-STRAUSS, Claude, El pensamiento salvaje, p. 142
90 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 246. También p. 239, 242, 248
91 Lévi-Strauss lo ejemplifica con el mito de Edipo (pero insiste en que no tiene más que una función didáctica): que Cadmo busque a su hermana Europa -primer acontecimiento del mito en la narración-, y que Edipo se case con Yocasta -noveno acontecimiento-, pertenecen a una misma columna, que se caracteriza por la sobrevaloración de las relaciones de parentesco-, que mantiene ciertas relaciones con que los espartanos se exterminen mutuamente -tercer acontecimiento-, etc.
92 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 234
93 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 239. En el mito de Edipo, esto da dos parejas de oposiciones: sobrestimación y subestimación de las relaciones de parentesco, negación y persistencia de la autoctonía del hombre, y una significación: “la experiencia puede desmentir la teoría, pero la vida social verifica la cosmología en la medida en que una y otra son contradictorias. Entonces, la cosmología es verdadera” y se concilia la creencia de una sociedad que cree en la autoctonía del hombre, que piensa al hombre según el modelo del vegetal, con el hecho de que cada uno venimos de un hombre y una mujer.
94 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 245-246
95 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 248
96 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 246
97 LEVI-STRAUSS, Claude, Prefacio a JAKOBSON, Roman, Seis lecciones sobre el sonido y el sentido, p. 15. Sobre la crítica de los arquetipos, LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 230-231.
98 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 240-241
99 LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 251-252
100 LEVI-STRAUSS, Claude, El pensamiento salvaje, p. 30 y 33, y Antropología estructural (La estructura de los mitos), p. 252 (“Los tecnólogos, en su dominio, se han dado cuenta de esto hace mucho tiempo: un hacha de hierro no es superior a un hacha de piedra porque una esté 'mejor hecha' que la otra. Ambas están igualmente bien hechas, pero el hierro no es la misma cosa que la piedra”)
101 ORTIGUES, Edmond,, El discurso y el símbolo, p. 191
Revista Observaciones Filosóficas - Nº 9 / 2009


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