Buscar//InicioNúmero ActualArtículosDocumentosAgendaPostgradoQuienes SomosContactoLinks//
--------------------------
Revista Observaciones Filosóficas


Revista Observaciones Filosóficas

Categorías
Antropología Filosófica | Filosofía Contemporánea | Lógica y Filosofía de la Ciencia | Estética y Teoría del Arte
Literatura y Lingüística Aplicada | Ética y Filosofía Política

Artículos Relacionados


enviar Imprimir

art of article"Emmanuel Lévinas: el deseo de trascendencia como esencia de la subjetividad"

M.C. Beatriz De Ita Rubio1 - Universidad Autónoma de Nuevo León
Resumen
El presente ensayo aborda algunos conceptos de la filosofía de Emmanuel Lévinas y promueve una reflexión en torno a la que considero la esencia de la filosofía levinasiana, la cual la constituyen dos problemas fundamentales, a partir de los cuales se organiza la totalidad de su sistema filosófico: la necesidad de trascendencia que experimenta todo ser humano ante la inminencia de la muerte y su propuesta acerca de la constitución de la subjetividad como vía para alcanzar dicha trascendencia. La relevancia del pensamiento levinasiano consiste en el hecho de que postula a la ética como filosofía primera y como la única vía para la realización humana a través de la constitución de una subjetividad huésped, que es además la vía para la trascendencia. Considero que los rasgos éticos que son característicos de este pensamiento lo distinguen de la mayoría de las propuestas filosóficas contemporáneas y le brindan su relevancia.


Introducción

La preocupación por la muerte ha sido un problema constante para los seres humanos desde los orígenes de la humanidad y por ello ha motivado el análisis de las diferentes escuelas de pensamiento filosófico y de una gran diversidad de representantes de las mismas, a lo largo de toda la historia del desarrollo de esta disciplina. Pese a la pluralidad de enfoques entre las corrientes filosóficas, la muerte ha sido concebida casi en todas ellas, como una carga negativa para los seres humanos. No obstante, en la propuesta filosófica de Emmanuel Lévinas, la muerte no constituye una carga negativa para el existente, sino al contrario, la entiende en un sentido positivo, en tanto apertura y anuncio de la alteridad, que según este filósofo, es condición indispensable para la constitución de la subjetividad, que es vía para la trascendencia.

En el presente ensayo me interesa promover la reflexión en torno a la tesis de que el sentido de trascendencia es constitutivo de la subjetividad para los seres humanos en la propuesta metafísica ética de Emmanuel Lévinas. Considero que la esencia de la filosofía levinasiana la constituyen dos problemas fundamentales, a partir de los cuales se organiza la totalidad de su sistema filosófico: la necesidad de trascendencia que experimenta todo ser humano ante la inminencia de la muerte y la constitución de la subjetividad como vía para alcanzar dicha trascendencia. En el ensayo titulado “Filosofía y Trascendencia”, Lévinas postula que la búsqueda de lo infinito y de la trascendencia es uno de los “principales problemas de la filosofía.” (p. 4)

La gran aportación de Emmanuel Lévinas a la filosofía le ha valido un gran reconocimiento entre los filósofos e intelectuales de diversos campos del conocimiento, cito como un ejemplo el comentario realizado por el filósofo fenomenólogo Karol Wojtyla, quien como máximo representante de la iglesia católica, bajo el nombre de Juan Pablo II, se refirió a Lévinas como al “...más grande pensador contemporáneo.2 No obstante, pese a su relevancia, en nuestro país el sistema filosófico levinasiano ha sido aún poco estudiado y difundido, por lo que me parece de gran importancia, dedicar el presente ensayo a la reflexión acerca de su pensamiento. Atendiendo a lo anterior, antes de dedicarnos al análisis de las tesis propuestas, considero imprescindible presentar al filósofo que desarrolló dichas argumentaciones, para captar la grandeza de las mismas, ya que parafraseando a Federico Nietzsche: “El producto del filósofo es su vida (en primer lugar antes de sus tratados). Ésta es su obra de arte.” (en Colli, Giorgio y Montinari, Mazzino. 1980) Sin embargo, realizaré tan sólo una breve reseña de algunos datos biográficos importantes.

Brevísima semblanza de Emmanuel Lévinas.

Emmanuel Lévinas, filósofo fenomenólogo ha contribuido en forma muy importante al pensamiento filosófico contemporáneo. De ascendencia judía, nace en Kaunas, Lituania en 1906, estudia Filosofía en Estrasburgo con Blondel en 1923; años más, tarde en 1928 durante su estancia en Friburgo, escucha y analiza las tesis de Edmundo Husserl, Martin Heidegger y Ernst Cassirer, de quienes traduce varios escritos y publica diversos artículos, principalmente acerca de los dos primeros. En el año de 1930, adopta la nacionalidad francesa, contrae matrimonio y se traslada a radicar en París en donde imparte sus enseñanzas.

Nuestro filósofo traduce del alemán al francés las Meditaciones Cartesianas de Husserl y publica la obra: La Teoría de la Intuición en la Fenomenología de Husserl3, filósofo cuyas ideas introduce a Francia, en donde rápidamente obtiene gran reconocimiento como uno de los mejores exponentes del pensamiento husserliano; el propio Jean-Paul Sartre afirmó haber conocido la fenomenología gracias a los escritos de Emmanuel Lévinas.

Emmanuel Lévinas vive las dos guerras mundiales y la revolución socialista. Durante el primer conflicto mundial su familia se traslada de Lituania a Ucrania buscando refugio y es sorprendida por la revolución rusa, posteriormente durante la segunda conflagración internacional, su familia extensa es exterminada y nuestro filósofo es llevado a Hannover, Alemania a un campo de concentración en donde se salva de la muerte y de recibir el mismo trato que los otros judíos, debido a que fue destinado a prestar servicios como intérprete. En 1933 Emmanuel Lévinas rompe con Heidegger a quien nunca perdonaría su cercanía con el nazismo.

El 25 de diciembre de 1995, muere en París este heroico pensador. La producción intelectual de este prolífico filósofo ha sido plasmada en innumerables artículos y publicaciones desde 1929 hasta el año 1996 en que se publica en París con carácter póstumo Nuevas Lecturas Talmúdicas. Los otros dos magnos trabajos de este filósofo son: De la existencia al existente4 (1947) y Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger5 (1949). Emmanuel Lévinas, el ser humano, ha muerto, pero su pensamiento está hoy, absolutamente vigente, en tanto necesidad imperiosa y alternativa viable y esperanzadora para solucionar los problemas de un mundo violento e inequitativo, aquejado por graves conflictos y problemas que amenazan al desarrollo y la supervivencia de los seres humanos.

Pienso que el pensamiento de Emmanuel Lévinas es heroico, debido a que, no obstante haber estado su existencia perseguida por la guerra, el odio racial y el exterminio, este pensador propone con absoluta gratuidad, un sistema filosófico en el que el fundamento de la subjetividad es el acto ético de reconocimiento y acogida del Otro, que constituye vía y condición para la Trascendencia. Por otra parte, de acuerdo a lo que el mismo filósofo señaló, el héroe es el ser humano que siempre busca oportunidades. Después de haber estudiado las principales obras y textos escritos por Emmanuel Lévinas, me parece que su filosofía es necesaria ante los estragos que el humanismo clásico, centrado en un sujeto racional y egoísta ha causado en las formas de pensar de los seres humanos, en sus maneras de relacionarse, llevando a la aniquilación de sujetos, culturas y en general de todo lo diverso, a partir de dichos esquemas individualistas de pensamiento.

Lévinas constituye a la ética como filosofía primera y propone una metafísica ética que representa también una esperanza ante el nihilismo y la ausencia de propuesta que caracteriza al pensamiento filosófico en el contexto de la posmodernidad, problemas generados como reacción en contra del humanismo ilustrado. Considero que la obra levinasiana es una gran aportación al pensamiento contemporáneo, que merece ser estudiada con mayor detenimiento y atención. Por la nobleza que la caracteriza, esta metafísica ética puede ser considerada en un primer acercamiento como ingenua y poco factible, pero cuando es analizada con mayor profundidad y detenimiento, se descubre un complejo y armónico sistema argumentativo, con frecuencia explicado mediante el empleo de expresiones metafóricas y poéticas, sin que ello demerite su rigor y fundamento filosófico.

Emmanuel Lévinas considera que la relación entre los seres humanos es la cuestión más importante a elucidar con el propósito de oponerse a la violencia y de sanar el sufrimiento; éste es el fundamento de su filosofía: el acto de respeto y reconocimiento al otro, que es el momento en que adviene la subjetividad y a través del cual se logra la trascendencia.

Ética y trascendencia. La constitución de la subjetividad en la filosofía de Emmanuel Lévinas.

La filosofía de Lévinas replantea el problema de la subjetividad, constituye una crítica a las posturas filosóficas que proponen una subjetividad centrada en el yo, que está encerrado siempre en su identidad, las cuales desde su punto de vista han generado problemas como el egoísmo, el hedonismo y el solipsismo. Por su parte, Lévinas promueve otro modo de ser6, lo que él describe como un humanismo verdaderamente humano: el Humanismo del otro hombre (Lévinas, E.:1992), sustentado en la subjetividad que se instaura en el momento en que el yo al ser proyectado hacia el exterior por la intencionalidad, no regresa a sí-mismo, sino que se abre a la alteridad, mediante el reconocimiento del otro, a quien acoge como huésped. Cuestiona nuestro filósofo, la manera en que las filosofías precedentes, -al menos las occidentales-, han abordado el problema de la subjetividad, algunas desde la perspectiva del conocimiento, olvidando su auténtica condición ontológica.

Más aún, nuestro filósofo establece una distinción entre ontología y metafísica. En su texto, Totalidad e Infinito, (1987), Lévinas presenta argumentaciones epistemológicas para probar que la metafísica precede a la ontología. Por principio nos dice que el saber supone una especial relación con el ser, en que el ser cognoscente deja que se manifieste el ser conocido, sin que intervenga una auténtica relación de conocimiento, ya que la ontología no respeta la alteridad.

La ontología como acto de conocimiento, reduce el ser al Mismo, lo atrapa, lo posee y por ello este filósofo la considera como una filosofía del poder, de la injusticia. De esta manera, Lévinas distingue el acto del conocimiento -que le quita al ser su alteridad-, respecto de la relación metafísica. Considera que la ontología es la teoría como inteligencia de los seres y por ello renuncia al deseo metafísico, ya que retorna lo Otro al Mismo, mientras que la metafísica es la teoría como respeto a la exterioridad.

Nos comparte su concepción de la ética como el cuestionamiento del Mismo que la presencia del Otro efectúa. En el pensamiento levinasiano, es la ética la que permite que se realice la esencia crítica del saber, como relación de alteridad con el ser. Como posibilidad de relación entre el Mismo y el Otro, con respeto a la alteridad, propone al discurso, en donde el poder se torna justicia o consideración del Otro.

Afirma que al considerar el acto de conocimiento como un acto de poder, no por ello está en contra de la verdad, sólo que no trata de arrancarla, sino que, en la marcha hacia la exterioridad absoluta del ser, parte al mismo tiempo hacia la verdad. La ontología se subordina ante la infinitud del ser. La ontología supone la metafísica.

Emmanuel Lévinas propone en su texto Totalidad e Infinito que la verdadera vida está ausente y que debido a que estamos en el mundo, surge la metafísica o -deseo de trascendencia-, dirigida a esa otra parte, hacia lo Otro denominado así en un sentido eminente. Afirma que esa búsqueda de aquello insaciable, que nos mueve hacia lo Otro es el deseo metafísico, deseo absoluto dado que el ser que desea es mortal y lo deseado es invisible e infinito, por lo cual es una necesidad incolmable. Esta relación metafísica es más evidente en la “idea de lo infinito”, que se presenta como deseo que no se satisface, que se autosuscita desinteresadamente, en la bondad.

Propone como categorías de la metafísica o de la idea de lo infinito: separación e interioridad, verdad y lenguaje. Afirma la necesidad de mantener la separación entre el ser cognoscente y el conocido, entre el Mismo y el Otro, ya que dicha separación es necesaria para que el Otro pueda conservar su exterioridad y no se de la totalización.

Con respecto al deseo de trascendencia, comenzaré por analizar la concepción que tiene Lévinas acerca de la muerte, la cual se vincula además, con su propuesta acerca de la subjetividad. Emmanuel Lévinas concibe la relación de los seres humanos con la muerte como primordialmente emocional ya que es un nexo con lo excepcional, en tanto es completamente desconocido, respecto de dicho vínculo afirma: “...en su excepción –y la muerte es, sin importar su significado en relación con el ser y la nada una excepción- a la vez que confiere a la muerte su profundidad no es una visión, ni siquiera una aspiración (ni una visión del ser como en Platón, ni una aspiración hacia la nada como en Heidegger), una relación meramente emocional, que se mueve como una emoción que no está compuesta de las repercusiones de un conocimiento previo de nuestra sensibilidad y nuestro intelecto. Es una emoción, un movimiento, una inquietud hacia lo desconocido. (Lévinas, E.: MT p. 18-19)

Afirma este filósofo que la muerte del otro es la primera muerte, ésta es para el sobreviviente un final, que tiene siempre la ambigüedad de una partida sin retorno, de un llegar a su fin, que le genera conmoción y tal emoción delega una responsabilidad que no tiene culpa ni deuda, es excepción absoluta. La concepción de la muerte que propone Emmanuel Lévinas, se distingue de la tradición filosófica previa, desde Platón a Heidegger, ya que no la concibe como el no ser, o la desaparición, ni como el paso a la nada, define a la muerte como la sin respuesta. El sujeto ante la muerte entra en relación con algo que no proviene de él, con el misterio. La muerte tiene un carácter imprevisible porque no está fija en un horizonte, porque me toma imprevistamente y por ello sin oportunidad de lucha, ya que es imposible tomarme de lo que me apresa.

Sostiene Lévinas que la propia muerte, la mía, es un conocimiento instintivo, previo a todo razonamiento, no se deduce tan sólo por analogía a partir de la muerte de otros. Para este filósofo, la muerte abre posibilidades, no las cierra como en la filosofía de Heidegger; propone Lévinas que la proximidad de la muerte abre ante el yo un Infinito que es un Otro porque le es totalmente ajeno. Ante la perspectiva de la muerte se vislumbra la imposibilidad de toda posibilidad, que permite que el yo se arroje en busca de la trascendencia, la cual sólo puede darse si se reúnen dos condiciones: por una parte un yo egoísta, idéntico, que retorna siempre a sí-mismo y por otra parte la responsabilidad para con el otro que se me expresa a través de su exterioridad, es decir de su corporalidad, -principalmente a través del rostro y del eros-.

A diferencia de Heidegger, Lévinas considera que el ser no es para la muerte, aunque ésta es un hecho inminente, sino que la subjetividad se constituye fundamentalmente como expresión de un ser contra la muerte; la libertad supone la posibilidad de aplazamiento de la muerte en el tiempo; para el filósofo lituano-francés, el tiempo es el “aún no” dicho contra la muerte. La muerte no es ahora, por ello yo no puedo ser dueño de lo que no es ahora; el porvenir que ofrece la muerte como elemento no es aún el tiempo, ya que se trata de un futuro que el hombre no puede asumir y sólo se convierte en elemento del tiempo si entra en relación con el presente. El tiempo para el sujeto es únicamente presente, acto no potencia.

El hecho de que la muerte pueda ser aplazada por el hombre constituye la esencia del tiempo en esta ontología. El tiempo es así obra de la subjetividad en tanto el ser humano es capaz de abrirse un lapso, entre su nacimiento y su muerte, en el que puede crecer su libertad y su conciencia. La conciencia es precisamente esta capacidad de invertir el tiempo natural y continuo para volver atrás: es esencialmente memoria.” (Guillot, Daniel en Lévinas, E. T.I. p. 27)

Afirma nuestro filósofo que ante el acontecimiento de la muerte el porvenir está desvinculado del presente, éste no puede anticipar y se pierde toda connaturalidad entre ellos. No podemos encontrar en el presente nada que equivalga al porvenir, no podemos aprehenderlo porque es totalmente diferente y nuevo. “Más que renovación de nuestros estados anímicos, de nuestras cualidades, el tiempo es esencialmente un nuevo nacimiento.”(Lévinas, E. T.O. p.124.)

Establece también, el filósofo lituano-francés, una diferencia con las teorías acerca del tiempo desde Henri Bergson hasta Jean-Paul Sartre porque en todas ellas, afirma, la proyección al futuro no constituye el porvenir auténtico, que no se capta, sino el presente del porvenir. Para Bergson el presente tiene poder sobre el porvenir porque “la duración es creación”, hay un vínculo extensivo. Considera como principal atributo de la criatura a la creación, que supone, según él, la salida de sí-mismo, la apertura al misterio y por tanto la trascendencia de la propia identidad, del sí-mismo.

En cambio para Lévinas el presente no puede aprehender al porvenir porque están desvinculados, establece una crítica a la “filosofía sin muerte” como define la de Bergson. Está contra la tesis de la trascendencia espacial a través de la creatividad o del goce, como posibilidad de salir de sí mismo y abrirse hacia el misterio, ya que considera a la creación como un acto introspectivo y solipsista debido a que el sujeto está encerrado en sí-mismo, por ello la creación es profunda. Para Lévinas el misterio es la dimensión que permite al sujeto salir de su mismidad.

El porvenir es lo otro que se apodera de nosotros por ello es imposible hablar de tiempo a partir de un sujeto solo cuya duración es personal. De esta manera para este filósofo el porvenir es lo otro, el porvenir se define por la alteridad y, por tanto, la relación con el porvenir es la relación con otro. Concibe al tiempo como un nuevo nacimiento en tanto es un impulso hacia el exterior que nos enfrenta y remite a una relación cara-a-cara con otro en el presente.

Opina este filósofo que ante la proximidad de la muerte y la imposibilidad de la nada el sujeto se cuestiona en relación a sí su existencia subjetiva puede continuar, esta es la pregunta por la trascendencia que el sujeto formula ante la pérdida de la corporalidad. La muerte se anuncia en el rostro del otro, en tanto encuentro con lo Otro, con lo extraño, anticipa la relación con la alteridad, que es condición para la constitución de la subjetividad. Recordemos que para Lévinas, la trayectoría que el si-mismo debe recorrer para llegar a ser, para constituirse como sujeto demanda por principio una salida de la propia identidad, sin retorno y un reconocimiento del otro que no soy yo, en este sentido, la posibilidad de la muerte con la extrañeza que supone para el sujeto, constituye una posible vía para reconocer la alteridad y arrojarnos fuera de la propia identidad.

Debido a la tesis antes enunciada, afirmamos que en este sistema filosófico se presenta una posibilidad de conciliar al sujeto con la muerte, la cual, en tanto relación con lo otro, es considerada como una posible vía para la trascendencia; que ante la imposibilidad de poder, el yo siga siendo sí-mismo y pueda constituir una subjetividad que logre la trascendencia sin absorción.

Para Lévinas la trascendencia requiere la independencia que se da a partir de la exterioridad, requiere que los sujetos participantes en una relación cara-a-cara mantengan la separación y a la vez puedan relacionarse y trascender. La trascendencia no es una transportación como cambio de condiciones, de estado, sino que es una trans-sustanciación que se da a partir del rostro como expresión, como revelamiento del Otro que instaura el discurso, el respeto, la enseñanza y en ese sentido la relación ética. La trascendencia es por tanto, además de una categoría pre-ontológica, una categoría ética y asimismo una categoría de socialidad.

Lévinas cuestiona la idea clásica de trascendencia porque en ella el sujeto no se trasciende, se transporta en la trascendencia, lo que significa que hubo un cambio de cualidades y condiciones, pero no de sustancia, ya que la identidad del sujeto no está comprometida. Lévinas critica esta idea clásica debido a que está fundamentada en un vínculo indisoluble entre lo Uno y el Ser, que es mónada, en el que el pluralismo no aparece en el existir de los existentes y en consecuencia como simple relación, la trascendencia es menos que el ser.

El concepto de Trascendencia es esencial en la filosofía levinasiana, ya que constituye un hecho implicado necesariamente en la relación con el otro, a partir del cual se nos revela lo Otro. En esta metafísica ética, la posibilidad de trascendencia del sujeto se logra en el ámbito de la relación con la alteridad que es la relación con el otro, considera a la trascendencia como el acontecimiento ético metafísico que permite que el sujeto, en este caso, el yo a través del otro con el que se relaciona, re-viva, se re-produzca y logre una permanencia en el presente, que según este filósofo es el único tiempo en el que es posible aplazar a la muerte; una vez que ésta llega ya no hay más tiempo para el sujeto, no más presente.

Para Lévinas la trascendencia o metafísica “...designa una relación con una realidad infinitamente distante de la mía, sin que esa distancia destruya sin embargo esta relación y sin que esta relación destruya esa distancia, como se produciría en las relaciones interiores al Mismo; sin que esta relación llegue a ser una implantación en el Otro y confusión con él, sin que la relación perjudique a la propia identidad del Mismo, a su ipseidad, sin que acalle a la apología, sin que esta relación llegue a ser apostasía y éxtasis.” (Lévinas, T.I. 65-66) En ese sentido la trascendencia que nos propone este filósofo, no implica que uno de los términos sea subsumido en el otro, sino que se mantenga la separación entre ambos, para que no se dé la totalización.

Si se diera la totalización con ella se generaría la unidad y se perdería la alteridad, la cual no se considera simplemente como el revés de la identidad, ni como una construcción o forma de resistencia al Mismo en sentido negativo, antes bien tiene un sentido positivo. “Lo absolutamente Otro es el Otro”, nos dice Lévinas. Sostiene que la trascendencia, como respeto de la identidad del Mismo no puede partir de la negatividad porque el negador y lo negado constituyen una totalidad.

En el sistema filosófico de Lévinas, la idea de Infinito supone la separación del Mismo con relación al Otro, pero no con base en una antítesis, sino como ya decíamos, en sentido positivo. La epifanía del rostro que se expresa, instaura el discurso, me deja la idea adecuada, aporta una noción de verdad, se desborda la idea que implica un pensamiento y por ello es tener la idea de lo infinito. Esta relación es la metafísica por ello, sólo la experiencia intersubjetiva conduce a la trascendencia.

Para Lévinas la metafísica es la dimensión de la bondad, del deseo de lo absolutamente Otro, la defensa de la libertad, el prevenir el momento de la inhumanidad. “Morir por lo invisible: he aquí la metafísica” (Lévinas, E. T.I. p. 58) Lo interesante de esta tesis es que el deseo metafísico se mantiene a condición de la exterioridad y la alteridad del Otro, que mantiene la separación entre el Mismo y lo Otro.

El metafísico que es el hombre movido por ese deseo, está absolutamente separado de lo Otro, no se totalizan, ya que en su relación no se da la reversibilidad porque uno de los términos permanece siempre en el punto de partida, el Yo, que está atado a su identidad. La alteridad sólo es posible a partir del Yo que impide la fusión. Podemos definir a la filosofía de Lévinas, como una ética dialógica, en el sentido en que al ser la metafísica, la relación entre el Mismo y el Otro, funciona como discurso en el que el Mismo sale de sí, de su ipseidad de yo, arrancado por el rostro que se expresa e instaura el discurso. El lenguaje posibilita el tránsito del Yo al Otro, cara-a-cara, es un acto de bondad.

Propone este filósofo que el tránsito a la subjetividad parte del hay al que define como: “...la unidad indisoluble entre el existente y su acción de existir”, “...la trama infinita <sin comienzo ni fin> del existir”, de la soledad del ser que es una categoría ontológica y no un estado psicológico que se produce como consecuencia de una previa relación con otro, como propone Heidegger. (Lévinas, E. T.O. p. 82) El existente no puede separarse de sí mismo, así que durante la hipóstasis se juega un permanente salir de sí mismo y retorno a sí mismo que Lévinas denomina como identidad.

Esa manera que tiene el sujeto de estar ocupado consigo mismo es la materialidad y representa un límite a la libertad de comienzo. La responsabilidad que el sujeto tiene para consigo mismo lo hace cautivo de su propia identidad, de su materialidad que es su existencia corpórea. De esta manera para este filósofo lo trágico de la soledad es la cautividad en sí mismo y la existencia cotidiana es un intento por romper las ligaduras entre el yo y el sí mismo, una tendencia del sujeto por sobreponerse a la carga que representa su propia materialidad.

Para Emmanuel Lévinas, la constitución de la subjetividad, de la cual hablábamos, es precisamente una tendencia al aplazamiento de la muerte por parte del yo, que lo lleva a hipostasiarse del hay hacia un desarrollo de una subjetividad huésped. La soledad como hecho ontológico puede superarse únicamente a partir de un pluralismo, por ello las vías para lograrlo no son ni el conocimiento ni el éxtasis porque en ambos se da la absorción de uno de los términos de la relación sujeto-objeto por el otro. De esta manera, para Lévinas las vías para la trascendencia son el rostro, el eros, la fecundidad, la muerte y el sufrimiento.

Para Lévinas la muerte anuncia un acontecimiento en que el sujeto deja de ser sujeto. Para Heidegger la muerte es el acontecimiento de la libertad y como tal, actividad. Por el contrario, para Lévinas la muerte es una experiencia de la pasividad del sujeto que hasta entonces ha sido activo, una nueva forma de concebir la experiencia, porque es algo incognoscible y por tanto imposibilita asumir alguna posibilidad.

La actividad del sujeto se convierte en pasividad ante la muerte. Esta pasividad es descrita como la pérdida de la virilidad por la desesperanza que la muerte provoca en el sujeto, recordemos que la virilidad es considerada como actividad, suprema lucidez, heroísmo, soberanía y dominio, principalmente; afirma: “morir es retornar a ese estado de irresponsabilidad, morir es convertirse en la conmoción infantil del sollozo.” (Lévinas, E. T.O, p. 113.)

No obstante para Lévinas no todo acaba con la muerte, sino que señala un aspecto de suma importancia en el que encontramos ese rasgo optimista, de heroísmo no egoísta, en toda la extensión de la palabra, que es manifiesto en su metafísica ética y es justamente su tesis de que ante la muerte siempre hay una última oportunidad que el héroe aprovecha; el héroe es el hombre que siempre busca posibilidades. De esta manera el sujeto que reconoce y respeta al Otro que se expresa ante él a través del rostro, el sujeto que experimenta el eros y que participa en la fecundidad es el héroe que puede trascender a la muerte; y esta posibilidad y propuesta de trascendencia que se vislumbra y posibilita ante la muerte, se plantea también en la relación con el otro, en la cual se busca mantener la separación de los términos Mí-mismo-Otro, como condición para construir la subjetividad. La realización del porvenir en el presente se da en el cara-a-cara con el otro y representa la realización del tiempo; en la relación intersubjetiva el presente invade al porvenir.

He mencionado que para Lévinas, a diferencia de Heidegger, la muerte rompe la soledad del sujeto, no la confirma, porque su proximidad nos muestra algo que es un Otro, cuya existencia está hecha de alteridad, ante lo cual no podemos tener un proyecto. En este sentido la constitución de la subjetividad en la filosofía levinasiana no tiene una carga negativa para el existente en que el sujeto deba recorrer en soledad la trayectoria hasta su individualización, por el contrario, sólo puede lograrse si se da el reconocimiento del Otro, lo que supone que el advenimiento de la subjetividad no puede realizarse cuando se está aislado ya que está fundada como un acto de darse al otro y al mismo tiempo recibirlo, en un acto ético hacia los otros que me funda como sujeto en el reconocimiento a la alteridad, a la pluralidad.

El sufrimiento tiene también una carga positiva en la filosofía de Lévinas, puesto que a través del mismo se vislumbra la muerte como alteridad. En síntesis, el sufrimiento es considerado como el acontecimiento en el que se da toda la intensidad del vínculo consigo mismo, con la soledad; pero al mismo tiempo, en el que se relaciona con la muerte, lo otro desconocido que no puede asumir, ante la cual es pasividad pura. En consecuencia, sólo un ser que haya alcanzado la exasperación de su soledad mediante el sufrimiento y la relación con la muerte puede situarse en el terreno en el que se hace posible la relación con otro.” (Lévinas, E. T.O. p. 117)

Hemos dicho que para este filósofo la trascendencia, el vencer a la muerte, se da únicamente al mantener una relación personal con la alteridad del acontecimiento, con la otredad. De esta manera en el eros considerado como amor y voluptuosidad, aparece pura la alteridad del otro: lo femenino como contrario de la virilidad que no es afectado por la relación que puede establecerse con su correlato, mantiene absolutamente su otredad y posee la alteridad en sentido positivo. “Vencer a la muerte no es un problema de vida eterna. Vencer a la muerte significa mantener una relación con la alteridad del acontecimiento que es aún una relación personal.” (Lévinas, E. T.O. p. 125)

La postura fenomenológica levinasiana propone que es la materialidad la primera condición para que pueda haber un diálogo entre el Mi-mismo y el Otro, por lo que es la sensibilidad y no la razón la vía que permite acceder a la alteridad, a través de la corporalidad y su voluptuosidad. El sujeto levinasiano es eminentemente un sujeto corporal, encarnado y la corporalidad no es contingente sino fundamental para el sujeto concreto, antes que mente el sujeto es cuerpo. El cuerpo supone tanto una posición y la adquisición de una visión que se sostiene por la propia imagen, la corporalidad es la modalidad en que se asume la exterioridad, en que el Mismo determina y es determinado por el Otro; afirma en este sentido: “El cuerpo es la elevación, pero también todo el peso de la posición.” (Lévinas, E. T. I. p.146.)

En todos sus textos argumenta la importancia de la corporalidad, no tan sólo en el aspecto antropológico sino fundamentalmente desde un punto de vista ontológico y metafísico, considera que el cuerpo no es un objeto, sino un régimen ontológico, “hybris ontológica”, ya que en él coinciden dos puntos de vista; la paradoja del tiempo hace que coincidan un tiempo que va hacia la muerte y un aplazamiento de la misma en el tiempo, a través de la voluntad: “El aplazamiento de la muerte en una voluntad mortal -el tiempo- es el modo de existencia y la realidad de un ser separado en relación con el Otro.” (Lévinas, E. T.I. p. 245)

Para este filósofo, la corporalidad es posibilidad de percepción que deriva en sentido, de constitución de la subjetividad; este pensador ofrece argumentaciones en contra de la tesis tradicional de que la conciencia es la que asigna el sentido, la cual derivó en un sujeto racional, cerrado sobre sí mismo, sobre su interioridad; es interesante y de gran importancia recordar aquí, que para este autor la sensibilidad no es una razón ciega, ni una locura, ya que está antes que la razón; “el sentir no busca la relación con la totalidad sino mantenerse en la separación del ser; la sensibilidad es el contentamiento mismo en lo que es sentido. (Lévinas, E., T. I. p.157)

La propuesta levinasiana es que la corporalidad como condición ontológica, no está separada de la espiritualidad, del alma, sin la materialidad el sujeto no podría vivenciar el eros, la fecundidad, el sufrimiento y la muerte que, -reitero-, son las vías privilegiadas por nuestro filósofo para que el sujeto sea arrancado de su identidad y pueda trascender. Afirma: “El cuerpo no es el obstáculo opuesto al alma, ni la tumba que la aprisiona, sino aquello por lo cual el sí mismo es la susceptibilidad en sentido propio. Pasividad extrema de la <<encarnación>>; estar expuesto a la enfermedad, al sufrimiento, a la muerte es estar expuesto a la compasión y el sí mismo al don que cuesta.” (Lévinas, E., De Otro modo que ser... p. 176)

Mientras que en El Tiempo y el Otro propone Lévinas, al Eros como la vía fundamental para la trascendencia en tanto que posibilidad de aplazamiento de la muerte, en Totalidad e infinito nos plantea a la fecundidad como otra relación esencial para la trascendencia, para la pluralidad, la cual ciertamente se logra a través del eros. En la relación erótica se da un comienzo infinito del ser y se detiene el retorno del yo a sí mismo. En la voluptuosidad el sujeto se recobra como el sí de otro -sin connotar objetivación y dominación- y no solamente como el sí de sí mismo, se muestra el “ansia del hijo” que es a la vez yo mismo y otro. En esta tesis la voluptuosidad se nutre de la dualidad y mantiene la separación de los términos de la relación: fusión-distinción. Se da en esta correspondencia un juego de posibilidades del yo, en el que se produce el origen en el ser, no como totalidad sino como comienzo infinito.

La fecundidad o la paternidad, como también la denomina, se constituye como otra posibilidad para trascender, para abrirse al exterior y para que el yo se convierta en diferente de sí mismo, es la posibilidad de relacionarse con un extraño que sin dejar de ser otro es yo. De la misma manera que el eros, la fecundidad no es una relación que pueda definirse mediante categorías de poder o pertenencia. La pluralidad que se abre con la fecundidad no es la de una masificación de egos, no supone la totalización porque los sujetos no quedan subsumidos uno en el otro, sino que se respeta su alteridad.

“La fecundidad es parte del drama mismo del yo. Lo intersubjetivo, obtenido a través de la noción de fecundidad, abre un plano en el que, a la vez, el yo se despoja de su egoísmo trágico, que retorna a si, y sin embargo no se disuelve pura y simplemente en lo colectivo. La fecundidad testimonia una unidad que no se opone a la multiplicidad, sino que, en el sentido preciso del término la engendra.” (Lévinas, E. T. I. p. 282)

En la paternidad el yo es extraño a sí, la fecundidad permite la dualidad de lo idéntico, el yo trasciende la luz para ir a otra parte, para renovar su sustancia, esta trascendencia es tiempo y se dirige hacia el Otro que no detiene el movimiento porque no es término sino deseo. El ser infinito se produce como modalidad de la fecundidad porque pone en correspondencia con el tiempo infinito. La paternidad es la relación con un otro que a la vez es yo, una relación del yo consigo que sin embargo no es yo. Lévinas nos dice que la fecundidad es la trascendencia misma; no tengo mi hijo, soy mi hijo.

El eros y la fecundidad son las relaciones privilegiadas que permiten la trascendencia en sentido levinasiano, debido a que no solamente conservan la pluralidad sino que la instauran. Ni en la conciencia ni en el poder se funda la trascendencia, es en la relación erótica en donde se satisfacen las contradictorias exigencias que requiere la trascendencia, el sujeto entra en relación con lo absolutamente otro, con una alteridad imprevisible que permanece siempre como otro no como mío aunque siempre en movimiento.

Emmanuel Lévinas considera que la constitiución de la propia subjetividad es una tarea que cada uno tiene que realizar por sí mismo, pero siempre en un ámbito de socialidad, en el encuentro con los otros. Esto supone que para nuestro pensador la realización de cada persona es la constitución de su propia subjetividad y está relacionada con su posibilidad de trascendencia, la que a su vez solo es posible en un acto de reconocimiento y respeto a la alteridad.

Resulta un poco difícil exponer el pensamiento levinasiano a través de un breve ensayo, debido a diversas razones, por principio dada la relevancia de sus argumentaciones que demandan una profundidad analítica, por otra parte, debido a que nuestro filósofo fue un prolífico escritor, que incursionó en diversos temas y ámbitos, incluso el de la religión, en el que es también altamente reconocido y finalmente debido a que su pensamiento procede en círculos, como señalan sus traductores en el texto De Dios que viene a la idea7 No obstante, considero de gran relevancia para el pensamiento contemporáneo el conocimiento y la difusión de los conceptos planteados por Lévinas. Por lo anterior he seleccionado algunas de sus argumentaciones fundamentales para exponerlas aquí y contribuir a la difusión de tan relevantes aportaciones.

Por lo anterior y a manera de conclusión, me interesa presentar algunas ideas que sintetizan las principales tesis levinasianas en que está contenida la importancia de la relación ética y la trascendencia para los seres humanos. Hemos analizado la manera en que en su propuesta metafísica ética, argumenta Emmanuel Lévinas, que para ser, el ser humano requiere primero convertirse en sujeto y ello le demanda la realización de una trayectoria ontológica que parte de la soledad en que el ser humano es dueño de su existir y se encuentra sumergido en si mismo, identificado con el presente y absorto en él debido a su materialidad que lo ocupa de sí mismo. Dicha trayectoria concluye en el advenimiento de una subjetividad fundada en el reconocimiento del Otro que arranca al yo de sí-mismo, de su propia identidad y egoicidad.

En De otro modo que Ser o Más allá de la esencia, Lévinas hace énfasis en que la vida tiene un sentido ontológico o trans-ontológico en la dislocación de un yo autónomo. Ante la muerte no importa tanto la propia muerte, sino la muerte del otro. De esta manera su filosofía pretende rescatar las relaciones intersubjetivas que se dan en la vida cotidiana, propone que la existencia se da fuera del sujeto que no es para si, sino para otro; defiende una subjetividad que no está autocentrada sino que se constituye como responsabilidad del yo hacia o para con el otro. En la relación con el otro se da la apología, el sujeto queda justificado en su existencia, no por sí mismo, sino por el otro.

Quisiera concluir haciendo referencia a la tesis de la substitución, mediante la cual, la muerte deja de presentarse como la situación última y el humanismo se torna auténtico, ya que no está centrado en la razón ni en la voluntad, sino en el otro: el citado “humanismo del otro hombre.” Confirma la tesis expuesta en obras anteriores, respecto a que la ética precede la ontología y más aún, precede a la cultura. Para Lévinas la auténtica trascendencia es estar sumergido en la relación con los otros, es la sociabilidad, la trascendencia que propone se da en términos positivos, ya que la relación con otro no me anula ni totaliza, por el contrario es la trascendencia misma.

Si las tesis levinasianas fueran conocidas y comprendidas por los seres humanos de cualquier etnia, género, religión, cultura o nacionalidad, podríamos albergar la esperanza de alcanzar otro modo de ser, otras formas de relacionarnos entre nosotros sin egoísmo y sin violencia, ya que la subjetividad está sustentada en el eros, en el amor, en una relación asimétrica en tanto el Otro que se me revela, instaura en mi la responsabilidad hacia él. Este reconocimiento que no está determinado por principios religiosos, sino éticos, puede representar una vía para alcanzar una auténtica convivencia intercultural respetuosa, pacífica y equitativa. Así, en un mundo devastado por guerras, odios raciales, conflictos religiosos y por constantes agresiones entre los individuos. la sola esperanza en la posibilidad de promover formas pacíficas y respetuosas de constitución de la persona humana y convivencia entre seres humanos diversos, que estas tesis nos permiten vislumbrar, me parece razón suficiente para proponer su análisis y reflexión compartida.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Colli, Giorgio y Montinari, Mazzino. Nietzsche, Friederich. Saemtliche Werke: Kritische Studienausgabe. Muenchen und Berlin: Deutscher Taschenbuch Verlag GmbH & Co. KG and Walter de Gruyter, 1980.
Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza. (1994), Barcelona: Plaza & Janés.
Emmanuel Lévinas. Alterity and Transcendence. (1999) New York: Columbia University Press,
Lévinas, Emmanuel. De otro modo que ser o más allá de la esencia. (1987.) Salamanca: Sígueme.
Lévinas, Emmanuel. De Dios que viene a la idea. (2001). Madrid: Caparrós.
Lévinas, Emmanuel. (1989 ) El tiempo y el otro. (T.O.)
Lévinas, Emmanuel. Humanismo del otro hombre. (1992.) México: Siglo XXI.
Lévinas, Emmanuel. Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad. (1987) Salamanca: Sígueme. (T. I.)
Emmanuel Lévinas. Dios, la muerte y el tiempo. (MT)
Lévinas, Emmanuel. “Ética”, vid en CAMPS, Victoria (compiladora) El sujeto europeo. F.C.E.
O´CONNOR, Noreen. “Who suffers?” vid en Re-reading Levinas. (1991.) Bloomington, Indianapolis: Indiana UP, Bernasoni, Robert y Simón Critchley, eds.

1 M. C. Beatriz Liliana De Ita Rubio.
Lic. en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Magister en Filosofía de la Cultura por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. (UMSNH)
Actualmente se desempeña como docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en el Colegio de Sociología y en la Maestría en Educación, así como en la Escuela de Ciencias de la Educación. Soy Coordinadora de Investigación e Innovación académica en el Sistema de Educación Presencial y a Distancia de la Facultad de Derecho, de la Universidad Autónoma de Nuevo León y Consultora en Educación.
Ha sido docente de diversas instituciones educativas, además de las ya mencionadas: UNAM, Colegio de Pedagogía, Universidad Pedagógica Nacional, Instituto Salesiano de Estudios Superiores, Escuela Normal Superior del Estado de Baja California Sur, entre otras. Como consultora he desarrollado proyectos con financiamiento del Banco Mundial.
Se interesa especialmente por el pensamiento filosófico de Emmanuel Lévinas y por los temas relacionados con la filosofía de la religión desde la perspectiva de la filosofía de la cultura, ética y antropología.
2 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza.
3 Esta obra fue su tesis doctoral, considerada uno de tres magnos trabajos de éste filósofo, premiada por el Institut de France, respecto de la cual Jacques Derrida se refirió como “la primera gran obra consagrada a la totalidad del pensamiento husserliano.” Derrida en “Violence et Metaphysique” en L´ecriture et la difference.
4 Lévinas, De l´existence á l´existant. Obra que fue primordialmente redactada durante los años en que se encontraba cautivo en los campos de concentración.
5 Lévinas, En Découverant l´existence avec Husserl et Heidegger.
6 Lévinas, De Otro Modo que Ser o Más Allá de la Esencia.
7 Traductores a la edición española: Graciano González R.-Arnáiz y Jesús María Ayuso.

Revista Observaciones Filosóficas - Nº 1 / 2005


Director: | Revista Observaciones Filosóficas © 2005 -