Buscar//InicioNúmero ActualArtículosDocumentosAgendaPostgradoQuienes SomosContactoLinks//
--------------------------
Revista Observaciones Filosóficas


Revista Observaciones Filosóficas

Categorías
Antropología Filosófica | Filosofía Contemporánea | Lógica y Filosofía de la Ciencia | Estética y Teoría del Arte
Literatura y Lingüística Aplicada | Ética y Filosofía Política

Artículos Relacionados


enviar Imprimir

art of articleart of articleSobre algunas fuentes para la historia en la Segunda Consideración Intempestiva de Nietzsche

Lic. Isaac Moctezuma Perea - Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen
El presente trabajo representa la primera de tres partes de un ensayo cuyo propósito es llevar a cabo una reflexión en torno a la historia inspirada en la filosofía de Nietzsche a partir de la reconstrucción histórica de sus fuentes de inspiración para la Segunda intempestiva. En esta primera parte se analizan las fuentes de inspiración más tempranas del filósofo alemán en torno a los temas que más tarde desarrollará en Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida.

Abstract
This work represents the first of three parts of an essay whose purpose is to conduct a reflection on the history inspired by Nietzsche's philosophy from the historical reconstruction of his sources of inspiration for the Second Untimely Meditation. In this first part analyzes the earliest sources of inspiration of the German philosopher around the themes later developed in On the Use and Abuse of History for Life.

Palabras claves
Historia (Geschichte-Historie), Crítica ontológica, Crítica epistemológica, Narración-Narrativa, Lenguaje-Habla, Heroísmo-Heroicidad, Cinismo-Escepticismo.

Keywords
Story-History, Ontological criticism, Epistemological criticism, Narration-Narrative, Language-Speech, Heroism, Cynicism-Skepticism.


Acuden también los generales Sindos a engrosar el número, temiendo aún el castigo por la vergonzosa acción de sus padres. Al lado de éstos Falces empuja por la llanura, con gran estrépito, una nube de broncíneas tropas; y los Coralos, apiñados, hacen ondear sus estandartes; tienen como distintivo ruedas bárbaras, la figura de hierro de un jabalí. Ellos no procuran enardecer el combate con roncos cuernos, sino que, según su costumbre, van cantando a sus jefes nativos las hazañas pretéritas de los suyos y las loas de los antepasados que sirven para aumentar la moral de los soldados.

Valerio Flaco, Las argonáuticas, Libro VI, vv. 85-97

Introducción

Desde la primera vez que leí a Heine su poesía despertó en mí gran admiración, y como todo aquello que fascina los deseos de emulación no se hicieron esperar. Por supuesto que la conciencia de mis propias limitaciones me impedía la inmodestia de intentar imitar la profundidad, la armonía y la belleza de su escritura, pero no el atender sus consejos y sugerencias en cuanto a la forma y el estilo, incluida su aversión al procedimiento extendidísimo y generalmente aceptado de comenzar un escrito por la reflexión de la propiedad o impropiedad del título que lo acompaña. Desde entonces me prometí a mí mismo no seguir ese procedimiento, pero como toda promesa ésta guarda una cláusula en la que pierde su validez en relación con el propósito que busca, más aún, cuando la forma y el estilo tienen la irrenunciable tarea de dar sentido y coherencia a lo que se piensa. Es ahora una de esas raras ocasiones, al menos así lo deseo, en la que dicha cláusula reclama sus fueros y en la que resulta más provechoso tanto para la forma como para el contenido comenzar por dar razones acerca del título que los nombra.

Habiendo hecho esta confesión ¿qué es lo que podemos esperar de las presentes reflexiones? Contrario a lo que sugiere el título éstas no pertenecen, o por lo menos no sobre todo, a los esfuerzos por reconstruir el camino filosófico de Nietzsche. Si a lo largo de las mismas -que por razones de espacio se han dividido en tres entregas- se intenta reconstruir1 algunas fuentes para sus nociones de historia en la Segunda Intempestiva ello obedece sólo a la oportunidad y la urgencia que su estudio supone para crear-sentar las bases de una reflexión en torno a la historia y al tiempo (a la historicidad y a la temporalidad) de inspiración nietzscheana que no se acote únicamente a Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida y a su entorno más inmediato -en el caso que nos ocupa, sólo a lo que le precede-. Por esta razón esa reconstrucción tiene más bien la intención de un recrear.

En un comentario de las célebres palabras de Fustel de Coulanges, Walter Benjamin dice que: <<articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro>>2. No se puede conocer el pasado tal y como éste fue3 realmente porque el pasado nunca es, ni, por tanto, está dado4, sino que es (se crea y recrea) en el momento mismo en que se piensa5 en, de y sobre él, ese es el instante de peligro, el momento de la emergencia y la oportunidad del pasado, el momento en el que emerge de las sombras y afecta e interesa nuevamente -sólo de esa manera se puede estar en condiciones de apoderarse, y en ese sentido, no ser sometido, por un recuerdo que, como tal, sólo puede relumbrar cuando es traído a colación, es decir, cuando es creado y recreado, ese es el instante en el que el pasado retorna a la vida para impulsarla, y es siempre un instante de peligro porque no sólo amenaza con no suceder, sino porque el impulso que proporciona no puede ser determinado del todo ni de antemano-. De allí que al intentar reconstruir las fuentes que promovieron e inspiraron la historia en la Segunda intempestiva no pretendamos reconstruir las fuentes que realmente sirvieron de inspiración al filósofo alemán, como si esto fuera no sólo posible, sino deseable, sino más bien recrear para nosotros mismos esas fuentes de manera que no sólo hagan referencia, sean pertinente e incumban a lo que se fue, sino a lo que es y a lo que, por obra de dicha referencia, pertinencia e incumbencia, será.

Sin embargo, de hecho esta oportunidad y urgencia se abre y aborda aquí desde la reconstrucción histórica de las fuentes que inspiraron e influyeron las nociones de historia en esa Segunda Intempestiva, de allí que, quien por el titulo se sintió atraído por las presentes reflexiones no deba, a pesar de lo dicho en esta introducción, renunciar a su lectura, pues, espero, se cumpla lo que el título promete. Sin embargo, los lectores han de ser asimismo condescendientes con el autor si éste no se acota y acata a ese único propósito y por ello se detiene y practica largas y excesivas consideraciones, resultando incluso redundantes o que nada, en apariencia, tengan que ver con el objetivo enunciado por el título.

Asimismo he creído que la mejor manera de llevar a cabo este propósito es, como se ha anunciado arriba, dividiendo el ensayo en tres partes donde se estudian las Fuentes primeras y medias hasta llegar al análisis sobre la obra en cuestión. Teniendo esto presente vayamos a lo que nos ocupa.

Fuentes primeras: el descubrimiento de Salustio en Pforta y el conocimiento de Varrón a través de Ritschl
Salustio o sobre la historia monumental

El 5 de octubre de 1858, con tan sólo 14 años de edad y tras realizar un examen, Nietzsche ingresó al cuarto curso de la Escuela Provincial Real de Pforta proveniente del Instituto de Segunda Enseñanza ubicado en la ciudad de Naumburg, gracias a una beca otorgada por esta ciudad.

Como nos recuerda Curt Paul Janz, su biógrafo más reconocido, <<la Escuela Provincial Real de Pforta ocupaba una posición especial entre las escuelas superiores de Alemania… Pasaba por ser el mejor centro de formación humanista6… Con particular intensidad, con intensidad en cualquier caso mayor que en las otras escuelas superiores, eran cultivados en Pforta el latín y el griego. A lo largo de los cursos regulares no sólo eran leídos e interpretados, con exhaustividad poco común, los clásicos, sino que los estudiantes mismos se veían animados a estudiar por su cuenta los autores antiguos, con ese mismo afán de completitud, en su tiempo libre. El dominio puramente lingüístico del latín era impulsado hasta el uso escrito y oral libre de este idioma, por mucho que semejante objetivo no fuera siempre alcanzado>>7.

Este es el contexto donde Nietzsche descubre a Salustio y también donde, a contracorriente de la institución que la consideraba una ciencia secundaria, se interesa por primera vez en la historia8.

Todavía en 1888, es decir, 30 años después de haber ingresado a Pforta, en el Crepúsculo de los ídolos, recuerda Nietzsche con admiración y cariño su primer contacto con el historiador romano: <<en el fondo son poquísimos los libros antiguos que cuentan en mi vida; entre ellos no están los más famosos. Mi sentido del estilo, del epigrama como estilo, se despertó casi de manera instantánea al contacto con Salustio. No he olvidado el asombro de mi venerado profesor Corssen cuando tuvo que dar la nota más alta de todas a su peor latinista-, de un solo golpe estuve yo a punto>>9.

Y el mismo año, en Ecce homo, dice: <<ya de muchacho tenía yo en esto mi valentía. Escribir en una sola vigilia nocturna una larga disertación latina y además copiarla en limpio, poniendo en la pluma la ambición de imitar en rigor y concisión a mi modelo Salustio, y derramar sobre mi latín un poco de grog del mayor calibre, esto era algo que, ya cuando yo era alumno de la venerable escuela de Pforta, no estaba reñido en absoluto con mi fisiología, y acaso tampoco con la de Salustio,- aunque sí, desde luego, con la venerable escuela de Pforta…>>10.

Pero, ¿quizás fue más que sólo la elegancia y el estilo lo que el joven Nietzsche aprendería del de Amiterno? ¿Cuánta puede ser la influencia que Salustio ejerciera en su concepción de la historia -tanto de Geschichte como de Historie- y en particular en la concepción de la historia monumental de su Segunda Intempestiva? A mi parecer, la influencia del historiador romano, por mucho que se remonte a la época de estudiante de bachiller, fue decisiva y perenne en la formación total del filósofo. Veamos pues algunas de las posibles interpretaciones que de la historia pudieran haber sido inspiradas por la lectura de Salustio. Para ello, como lo hiciera el joven Nietzsche, vayamos a la lectura de tres pasajes del historiador que me gustaría destacar -si las presentes reflexiones no ofrecieran más que un pretexto para leer a Salustio, dense por ello satisfechas-.

Pero sin duda alguna la Fortuna es reina y señora en todas las cosas; ella celebra y oscurece todo por capricho más que por la verdad. Las hazañas de los atenienses, a mi modo de ver, fueron asaz amplias y magníficas, pero algún tanto inferiores no obstante a lo que cuenta la tradición. Mas, como quiera que allí surgieron historiadores enormemente inteligentes, los hechos de los atenienses se celebran en el mundo entero como los más grandes. Así, la valía de los protagonistas es considerada en la medida en que preclaros talentos fueron capaces de ensalzarla con palabras. En cambio el pueblo romano nunca dispuso de tal posibilidad, porque los más dotados eran también los más activos. Nadie ejercitaba su talento olvidándose del cuerpo. Los mejores hombres preferían actuar a hablar, así como que sus buenas acciones fuesen elogiadas por otros a contar ellos mismos las de los demás11.

Lo primero que me gustaría destacar de la cita precedente son las últimas palabras que recuerdan de manera inconfundible aquellas de Goethe con las que Nietzsche comienza Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida: <<por lo demás, me es odioso todo aquello que únicamente me instruye, pero sin acrecentar mi actividad o animarla de inmediato>>12. Entre la valía del pueblo romano, por lo menos anterior a Salustio, se contaba, como señala el historiador, el que sus hombres fuesen ante todo activos y preocupados más por ser recordados que por recordar ellos mismo a otros, o lo que es lo mismo, dentro de ese contexto, ser recordado más por sus acciones que por sus palabras. Ahora bien, como asimismo señala Salustio, a diferencia de los atenienses, el pueblo romano, anterior a la tradición historiográfica, nunca dispuso de historiadores inteligentes y preclaros talentos capaces de ensalzar las actividades de esos hombres de acción de manera que sus hazañas, al igual que las de los hombres de acción atenienses que sí contaban con esos historiadores, fuesen tenidas por tan o más grandes incluso que las de aquellos -en su justa medida según la opinión del historiador romano-. Sin embargo, y como veremos a continuación, el tipo de historia y de historiadores que Salustio celebra, admira y desea para su propio pueblo, y de los que él mismo es clara muestra, no puede ser considerada ni comparada con el tipo de saberes fatuos y anquilosados que Goethe denuncia y que Nietzsche recupera precisamente en su crítica a la historia. El tipo de historia que esos atenienses representaban para Salustio y que el propio Salustio representó para Nietzsche es la que ejercían (creaban) esos historiadores inteligentes, preclaros talentos capaces de celebrar las grandes hazañas de los hombres13 y, por tanto, de persuadir, tanto a sus contemporáneos como a sus herederos, a emular tales gestas, capaces también por ello, de ser tomados entre esos grandes hombres de acción dignos del recuerdo, la admiración y la emulación14. Por tanto, la valía de esa historia, del tipo de historia que representó Salustio para Nietzsche, era precisamente contraria a aquella que con la frase de Goethe intentaba criticar. Era una historia marcada, sobre todo, por la impronta de la actividad y la belleza.

¿Qué pasa con el medio de ese historiar? Salustio dice: la valía de los protagonistas es considerada en la medida en que preclaros talentos fueron capaces de ensalzarla con palabras. No es casualidad el que Nietzsche reconociera aprender del historiador romano estilo y elegancia, y que esta influencia estuviera presente a lo largo de su carrera, carrera ésta que, en cuento escritor, es considerada como una de las muestras más logradas y bellas de las letras alemanas. El lenguaje y más en específico las palabras15, la viva expresión de éste en la creación y recreación (en la creación de la historia y en la recreación en la historia), son el hilo que une, da cohesión y consistencia a la historia, tanto como decir que la historia (Historie) es su narración, pero, ¿cómo puede ser así? Sólo porque el ser de la historia (Geschichte) puede considerarse ya mismo como una narrativa16. Como puede apreciarse de inmediato, esta concepción afecta tanto a la forma como al contenido de la historia tradicionalmente entendida (como ciencia)17, aquella contra la cual se lanzaba Nietzsche con su Segunda Intempestiva. Tanto el estatuto epistemológico como ontológico de la historia es puesto en cuestión: si la historia es lo que y como se narra; si la valía de la historia sólo puede ser considerada, es decir, tomada en cuenta, en la medida en que preclaros talentos son capaces de contarla con palabras, se da uno cuenta de que el criterio del historiador no puede ser el de la (pura) búsqueda de la verdad (o la verosimilitud) y la exactitud; la expresión árida, la interpretación evemerista de la tradición, el rigor metodológico son sólo otras tantas formas de poder interpretar-narrar la historia, que habla siempre más, que son la historia -viva y sincrónica- de aquellos que así proceden, su propia forma de crearse y recrearse, pero no la historia en sí, pues ésta no es, no está dada ni como Geschichte ni como Historie. Lo histórico no es aquello que subyace -como la Ding an sich kantiana- a la historia y ésta no es el vano esfuerzo por querer dar cuenta de aquello que se oculta. Los preclaros talentos y su capacidad para crear y recrear por medio de la palabra son los que dan su ser y su importancia a la historia. Por ello la palabra tiene esta capacidad de intervenir en la historia, porque en el fondo no hace, sino intervenir sobre sí misma; dotando de vida y movimiento, de consideración a aquello que se cree muerto y olvidado18.

Pero hay quienes acaso pensaran: “es posible interpretar este pasaje de manera completamente diferente a como usted lo ha hecho, tal que se ajuste al ejercicio de la historia tradicionalmente entendida, por ejemplo, que esos preclaros talentos anuncian el celo del rigor metodológico del científico en su búsqueda de la verdad; que esas palabras deben intentar, de la mejor manera, dar cuenta de aquello que la investigación descubre y que los grandes hechos del pasado -puede ser que ni siquiera sólo los grandes- son esa materia inalterada, idéntica a sí misma, los Hechos, la cosa en sí a la que cada pretendiente de Clío debe dirigir su mirada y que su éxito o fracaso depende de la fidelidad con que ésta aprehenda y transmita eso aquello que ya es de por sí.” Pero se equivocan, aquellos hechos son lo que son, grandes, pertinentes, fútiles o insignificantes en cada momento en que éstos son creados y recreados, es decir, ya no son Hechos, o lo son en el sentido literal del hacerse cada vez, y la valía de esos talentos no es sólo la de ornar con bellas palabras, composiciones y figuras aquello que ya es de por sí -lo que será considerado por el estilo científico como un accesorio innecesario, cuando no un estorbo que oscurece el juicio y la exposición y que, por ello, es necesario eliminar-, sino de crearlos y recrearlos, precisamente para que sean grandes y pertinentes, capaces de inspirar deseos y acciones de emulación, ¿y qué es todo esto que surge entre la pluma del poeta y los corazones de sus lectores, sino el incendio del poder y el deseo de crear recreando una historia más digna y más grande que las que ha habido hasta ese momento? Las dudas al respecto se despejan cuando tenemos presente el papel que la historia tiene para Salustio -y más tarde para Nietzsche-. Lo veremos más adelante.

Dicho lo anterior, y abriendo un paréntesis que, sin embargo, es absolutamente necesario para orientar el camino de estas reflexiones, ¿qué pasa con la sustancia material de la que se compone la historia? Para quien no pretende acercarse a ella de forma puramente especulativa19, habiendo, con la crítica ontológica y epistemológica de la historia, eliminado los hechos como esta sustancia, ¿qué es lo que queda? Con la Segunda intempestiva Nietzsche inaugura sus primeras sugerencias sobre la narrativa, sobre el lenguaje, como la sustancia material de la historia, ¿no nos lleva ello a un puro subjetivismo? La crítica pretende llevarnos asimismo más allá del terreno de operación20 de esas distinciones clásicas entre el sujeto y el objeto, al menos en sus formas más cerradas y dogmáticas. Independientemente, o mejor dicho, más allá de lo que el propio Nietzsche pretendió con su crítica, al menos para los lectores que lo consideran conservador, este ensayo, como, por lo demás, gran parte de mi trabajo, pretende aportar materiales de inspiración nietzscheana que ayuden al desarrollo del pensamiento crítico marxista, pues, creo firmemente, su crítica aporta posibilidades no conservadoras, cuyo estudio y reflexión resultan indispensables para fortalecer un proyecto que, por lo demás, está en crisis en gran medida debido a su endogamia.

Podemos entender a las palabras como la sustancia material de la historia y, por tanto, las posibilidades críticas de este entendimiento en el estudio de lo histórico cuando comprendemos que la historia no es sólo su narración (Historie), sino el hacerse mismo de la historia como narración (Geschichte). Desde la crítica de Nietzsche, más tarde desarrollada como genealogía, comprender la historia (Historie) como narración supone considerar (críticamente) las condiciones materiales en las que ésta se desarrolla, pues éstas le dan forma, contenido, sentido, significado, finalidad e implicaciones. Asimismo esta crítica comprende estas condiciones como historia (Geschichte), esto es, como un hacerse lleno de sentido, de significado, de finalidades e implicaciones. La narración histórica nutre tanto a la historia como ésta a aquella, porque en el fondo son lo mismo: creaciones y recreaciones. El estudio crítico-genealógico nos permite reconocer a quiénes pertenecen esas creaciones y recreaciones, que sentido, que significado, que finalidades e implicaciones tienen a partir del estudio de su forma y contenido, así como sus relaciones de poder. Viéndolo de cerca el estudio crítico-genealógico es muy similar al estudio crítico-dialéctico-material, de hecho ambos se complementan ofreciendo posibilidades para superar las fenomenología de tradición kantiana sin caer en el eclecticismo subjetivista al que parece tender la posmodernidad. No podemos desatender la complejidad de la historia sobre todo sí el objetivo y el compromiso es transformarla, por tanto no podemos ni privilegiar ni olvidar cualesquiera de sus inconmensurables dimensiones sin alimentar vanas esperanzas. La cuestión del criterio tiene que estar siempre clara y presente. Quizás de esta manera podríamos ver como esta comprensión de la historia como narración es más propia del marxismo de lo que cualquiera podría creer21.

Cerrando el paréntesis de una cuestión que, por otro lado, apenas comienza, regresemos de nuevo a aquello que ocupa a estas reflexiones.

Regresando nuevamente al fragmento de Salustio, son de llamar también la atención las palabras con las que da comienzo: la Fortuna es reina y señora en todas las cosas; ella celebra y oscurece todo por capricho más que por la verdad. Sin duda, éstas podrían haber afectado de forma sensible y permanente la concepción de la historia de Nietzsche. Como dijimos líneas arriba, es justo en esa época en la que el filósofo se interesará por la historia y no sería demasiado suponer que este interés estuviera sobre todo inspirado por su lectura del original de Amiterno. Esta, digámoslo así, declaración de principios con la que, como historiador, Salustio comienza su relato sobre la Conjuración de Catilina, expresa, por un lado, al encontrarse al principio, justo donde el historiador romano realiza sus reflexiones más notables en términos teóricos y metodológicos, la filosofía de la historia del autor: siendo la Fortuna reina y señora en todas las cosas, y siendo, por otra parte, el objeto y el interés del historiador y la historia el recordar y ensalzar las grandes hazañas de los hombres, el cumplirlo, estando el historiador, la historia y su relación, como por lo demás todas las cosas, bajo la jurisdicción de la Fortuna, depende más del capricho que de la verdad. Esta es una fuerte declaración que afecta tanto al estatuto ontológico como epistemológico de la historia y, digámoslo así, es un estigma que se cierne sobre sus pretensiones científicas -metafísicas al menos-. Con esta concepción en la mente, Nietzsche se dirigió en contra tanto del optimismo progresista imperante de la época22 -pues siendo la fortuna señora de todas las cosa como iba a ser posible que a través de la férrea disciplina y el rigor metodológico que caracteriza la ciencia burguesa23 y que constituye el principio de su orgullo, confianza y propaganda que, en su forma más exagerada, pretende mostrarse como la verdad o por lo menos como la forma más próxima de acceso a ella y, en su forma más crítica, como la mejor o por lo menos más exitosa forma de representación, pueda acceder a la verdad a través de la historia si la fortuna reparte sus dones al azar, sin dejarse dominar ni sobornar por nada ni por nadie, en ese caso ni la disciplina ni el rigor pueden dominar ni orientar los designios de la fortuna a favor de ninguna empresa– como, y en recíproca relación con éste, en contra de las pretensiones metafísicas de la filosofía, de la ciencia y de la historia; lo histórico, en tanto dominio de la Fortuna, no es algo unitario susceptible de ser aprehendido, estudiado y conocido a través del rigor y el celo del científico, la historia, como su estudio, no depende tanto de la verdad, es decir, de cómo pueda aproximarse realmente a su pretendido objeto que es lo histórico, como del capricho, de allí que la historia no deba someterse inexorablemente, como sucede en su estudio científico, a los criterios epistemológicos de verdad y exactitud como únicos, definitivos, principales y originales, como si éstos, y en general los diferentes elementos que conforman y hacen posible al historiador, la historia y su relación, fueran de suyo, intrínsecos e incuestionables24.

Sin embargo, no haríamos justicia a la concepción de la historia de Salustio ni, por tanto, a la de Nietzsche si concluyésemos con esta impresión sobre el imperio absoluto de la fortuna, cuyo corolario sería la imposibilidad absoluta de toda acción dirigida, que es asimismo la principal materia de la historia monumental. El historiador romano dejará bien clara su posición al respecto.

Al comienzo de la Guerra de Jugurta, es decir, justo, como acabamos de señalar, donde el original de Amiterno llevaba a cavo sus reflexiones teóricas y metodológicas, Salustio señala lo siguiente en relación con la Fortuna y los destinos de los hombres:

El género humano se queja equivocadamente de su naturaleza, porque, débil y efímera, a su juicio, la gobierna más bien el azar que las dotes personales. Pues, al contrario, si bien se piensa, encontrarás que no hay otra cosa más grande ni que sea preferible, así como que a la naturaleza le falta la energía de los hombres más que fuerza o tiempo. Ahora bien, guía y rectora de los hombres es el alma; cuando emprende el camino de la virtud hacia la gloria, es inmensamente enérgica, poderosa y resplandeciente, y no necesita de la fortuna, puesto que ésta no puede dar ni quitar a nadie la probidad, la energía y demás buenas cualidades. Pero si, presa de malas pasiones, se hunde en la inercia y los placeres del cuerpo, después de servirse un poco de su pernicioso capricho, cuando con la falta de tesón se han dilapidado fuerzas, tiempo y talento, se echa la culpa a la debilidad de la naturaleza: los autores descargan su propia culpa en los asuntos del mundo. Conque si los hombres pusiesen tanto cuidado en los bienes reales como el afán con que buscan lo ajeno a ellos y que en nada les va a servir, mucho también peligroso o nocivo, gobernarían al azar en vez de ser gobernados por él y llegarían a tal grado de grandeza que, en vez de mortales, serían eternos por su gloria25.

Esta última cita parece contradecir por completo la anterior, no obstante, reflexionando sobre ambas como la expresión de la filosofía de la historia de su autor son, en realidad, perfectamente complementarias.

El género humano se queja equivocadamente de su naturaleza, porque, débil y efímera a su juicio, la gobierna más bien el azar que las dotes personales, pero, como señala Salustio, censurando a esos quejumbrosos, no hay cosa más grande ni preferible y por más que la naturaleza sea omnipotente y eterna le hace falta, sin embargo, la fuerza y la decisión de aquellos que en comparación son, a primera vista, débiles y efímeros. Más allá de la clara alusión de su filiación por la filosofía estoica en su llamamiento al gobierno de las pasiones del cuerpo y el cultivo de las virtudes del alma aquello sobre lo que llama la atención el historiador es que los esforzados por el cultivo de la virtud con miras a la gloria no necesitan de la fortuna, pero, ¿no acaso esto niega por completo el imperio de la fortuna? Salustio sólo se detiene a señalar que el hombre preocupado, es decir, con un objetivo en la mente y en el corazón, por el cultivo de la energía y la conquista del poder no necesita, para llevar a cabo dicho propósito, de la fortuna, porque ésta no puede quitar a nadie, como decían los estoicos, lo que verdaderamente le pertenece. El gobierno de la fortuna está allí, el hombre preocupado por el cultivo de las virtudes debe, por ese mismo cultivo, reconocerlo, por ello los designios de la fortuna no son su asunto, no porque éstos no puedan afectarle (a cierto nivel y en cierto sentido), sino porque, con todo, no pueden afectarlo verdaderamente.

En la concepción de la historia de Salustio, y más tarde en la de Nietzsche, el reconocimiento del imperio absoluto de la fortuna constituye, paradójicamente26, el principio por medio del cual superar ese imperio.

El reconocimiento del imperio absoluto de la fortuna sirve como principio de crítica de todo optimismo que o lo niega o pretende dominarlo (otra forma de negarlo). En el contexto en el cuál surge Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida las dos caras de este optimismo las representan tanto el humanismo romántico como la ciencia; la una simplemente intenta negar el imperio de la fortuna por medio de la creencia en la libertad y la autodeterminación de lo humano por lo humano, la otra intenta aprehenderlo y dominarlo por medio del rigor y el celo metodológico, que ya mismo funge como una negación de este imperio, porque, de lo contrario, nada justificaría su aplicación, es decir, se parte de la fe de que preexiste cierto orden y de que es posible lograr cierta empatía con él por medio del método27. ¿Cómo es que, para Nietzsche, este optimismo representa un perjuicio para la vida? Simplemente porque tras de este optimismo se encuentra una disposición negativa hacia la vida. Reconocer el imperio de la fortuna como lo pretendieron tanto Salustio como Nietzsche implica reconocerla en su inconmensurabilidad, en su multiplicidad, en su inexpugnabilidad, en su inexorabilidad, en su complejidad, en su riqueza… y ello implica a su vez que, como proyecto, los esfuerzos por imprimir nuestro sello no puedan dimitir. Para ambos, toda forma de economía en este sentido implica un grado de claudicación a la vida como proyecto de amplias miras y por tanto, a su vez, un sentimiento negativo. Como en la tragedia clásica, Nietzsche pretende de la historia un sentimiento positivo hacia la vida aún en sus manifestaciones más duras y dolorosas, es fácil amar la vida cuando esta se presenta dulce y dadivosa, pero igualmente fácil resulta comenzar a odiarla cuando se presenta difícil y peligrosa. En palabras de Nietzsche, la mayor valía de la tragedia clásica (entendida ésta como sinécdoque del arte griego clásico) fue la de invertir la sentencia del sabio Sileno según la cual lo mejor para los hombres es no nacer y lo segundo mejor morir pronto, en la tragedia por el contrario se afirma la primacía absoluta del sentimiento vital. Quien ha reconocido el imperio de la fortuna se coloca ante una encrucijada semejante a la que plantea la tragedia ¿cómo mantener un sentimiento positivo hacia la vida si todo está dominado por la fortuna? Pero como hemos dicho, en la filosofía de la historia tanto de Salustio como de Nietzsche esta es la conditio sine qua non, y no sólo del mantenimiento, sino del surgimiento y el cultivo de esta disposición positiva. Sloterdijk clarifica algo de esta paradójica relación en su reflexión acerca de la heroicidad arcaica cuando dice: <<los antiguos héroes sólo son celebrados en la medida en que son ejecutores de acciones y realizadores de obras. Sus acciones testimonian lo más valioso que los mortales, tanto entonces como más tarde, podían experimentar: que en la espesura llena de sucesos naturales se habría abierto un claro compuesto de no-impotencia y no-indiferencia. En los relatos de las hazañas resplandece la primera buena nueva: bajo el sol tiene lugar algo más que lo indiferenciado y lo siempre idéntico. En la medida en que se realizan acciones auténticas, los informes responden por ellos mismos la pregunta: ¿por qué hacen los hombres algo y no más bien nada? Lo hacen para ampliar el mundo con cosas nuevas y dignas de ser celebradas. Dado que los realizadores de cosas nuevas eran representantes del género humano, si bien extraordinarios, queda abierta para los demás la vía del orgullo y de la admiración cuando escuchan las acciones y sufrimientos de los héroes>>28. Lo que en realidad sucede, como señala Sloterdijk, es que la heroicidad es capaz de intervenir en el curso de la masa ingente e indiferenciada de los hechos imprimiendo su impronta y es en ese mismo sentido en el que el historiador juega su papel. Es así como se cuenta una superación trágica y no metafísica de la fortuna, porque no se la niega, se convive con ella y se le da un sentido o como dice Salustio, aquel que tiene un objetivo claro y noble y que es capaz de acumular suficiente poder y energía, quien ha cultivado la virtud será capaz de dominar la fortuna (no negándola, sino dándole un sentido) y en vez de mortal será considerado eterno por su gloria.

Cabe aún señalar otra consecuencia del reconocimiento del imperio de la fortuna no desarrollada arriba, y aclaro que tan sólo podrá ser señalada pues por falta de tiempo y espacio nos será imposible profundizar más al respecto: ¿Qué pasa con aquel que reconoce el imperio de la fortuna y, sin embargo, no desarrolla una disposición positiva hacia lo vital, sino todo lo contrario? Existen, al menos, dos términos para designar este fenómeno, ambos analizados y criticados por su conservadurismo y por su apología de lo dado tanto por Horkheimer, como por Sloterdijk: escepticismo y cinismo29.

Por último en relación con Salustio me gustaría destacar el que a mi parecer es el fragmento del que más cosas en común podemos encontrar en la concepción nietzscheana de la historia monumental.

Por lo demás, entre las otras actividades que se ejercen con el espíritu, es de gran utilidad muy en primer término el recuerdo de los hechos del pasado. Sobre sus virtudes, puesto que han hablado muchos, considero que debo pasar de largo, y a la vez para evitar que nadie crea que con alabanzas ensalzo yo mismo con todo descaro mi propia afición. Y pienso que, puesto que he decidido vivir alejado de la política, habrá quienes llamen esta importante y útil labor mía con el nombre de ociosidad, al menos quienes se figuran que el colmo de la energía es rendir pleitesía a la plebe y buscar su favor con convites. Si estos individuos recapacitaran sobre los tiempos en que yo conseguí los cargos y la calidad de los hombres que no pudieron lograr lo mismo, así como la clase de hombre que llegaron después al senado, sin duda opinarán que he cambiado de idea razonadamente y no por desidia, y que mi ocio redundará en mayor beneficio para el país que la actividad de otros. Pues yo he oído muchas veces que Quinto Máximo, Publio Escipión y otros ilustres varones de nuestra ciudad solían decir que cuando contemplaban los relatos de sus abuelos se les inflamaba el espíritu con gran vehemencia, instándoles a practicar la virtud. Naturalmente, aquella cera, aquellas imágenes no tenían en sí una fuerza tan grande, sino que esa llama crecía en el pecho de los hombres singulares al recuerdo de las gestas, y no se extinguía hasta que su virtud igualaba la fama y gloria de los mismo. Por el contrario, ¿quién hay con las costumbres actuales que no compita con sus mayores en riquezas y dispendios y no en probidad y diligencia? Incluso los hombres que se hacen a sí mismo y que antes acostumbraban a aventajar a la nobleza por su virtud se esfuerzan en lograr el poder y los cargos públicos con engaños y recursos de bandidos en vez de con buenas artes. Como si la pretura, el consulado y todas las demás cosas por el estilo fuesen preclaras y grandiosas por sí mismas y no se juzgaran según el mérito del que ostenta tales cargos30.

En primer lugar, el historiador romano intenta justificar tanto el objeto de la historia como la actividad del historiador ante aquellos que, como dice, pudiesen creer que éstas son fútiles y producto de la pura ociosidad. El recuerdo de los hechos del pasado es de gran importancia y primaria utilidad no sólo con intereses de erudición; su recuerdo y por tanto su narración repercuten en el presente por medio de la influencia que ejercen -o por medio de su falta- en aquellos que se sienten por ellos inspirados, y que por dicha influencia en su propia actividad terminan siendo ilustres y dignos a su vez del recuerdo y la narración. La historia pues no debe ser un frio catalogo que se mantiene e incrementa con fines puramente eruditos o por su utilidad administrativa y no es la ociosidad, entendida negativamente, lo que inspiró, posibilitó y determinó un historiar como el de Salustio. Dicho de otra forma, la tarea de la historia, el historiador y su historiar no pueden estar, para que ésta sea útil, importante, bella…, estar en virtud por debajo de aquello que su historia rescata y narra. De hecho, como señala Salustio a propósito de su persona en el fragmento, como consta en su legado y como atestigua lo que acerca de él conservamos (la propia narrativa acerca de Salustio), el historiador romano fue un hombre excelente, lleno de méritos y virtud, y si realizó un cambio de actividad de la política a la historia no fue, al menos, por falta de talento (así consta por los cargos que ocupó y por su exitosa carrera política)31 y sí, acaso, por su gran sensibilidad, percibiendo lo que la mayoría de sus contemporáneos pasó por alto, pero cuya necesidad e importancia era urgente, para convocar los cambios que la propia política era incapaz (la política por sí sola según el estadio en el que se encontraba en tiempos del historiador) es decir, la relación entre historia y vida -que ocupará el interés de Nietzsche en la Segunda intempestiva, es decir, no tanto pues su utilidad y perjuicio….- ¿Cuál debe ser entonces la tarea de la historia? Salustio lo resume en estas breves pero significativas palabras: inflamar el espíritu con gran vehemencia, instando a practicar la virtud.

Debe notarse que en todo momento, y así lo supo ver Nietzsche, la historia, según Salustio, siempre es actividad dirigida a incrementar la actividad. En términos de una filosofía más desarrollada en Nietzsche podría decirse: poder dirigido al incremento de poder, luego entonces ¿por qué la historia es capaz de perjudicar o beneficiar a la vida, según la forma en la que se aproxima a ella en la Segunda intempestiva?... Otras cosa que se puede adelantar y que tiene que ver con el largo paréntesis arriba ensayado es que esta concepción de la historia nunca puede servir a intereses conservadores, aunque, y hay que ser muy claros al respecto, el tipo de acción que convoca no está determinada, por lo que al invocarla hay siempre que tener un criterio y orientación claros para que los resultados sean los deseados, es en ese sentido en el que el aparato filosófico del marxismo debe ser el vehículo de la máquina de guerra nietzscheana.

Varrón o sobre la historia anticuaria

Sobre la relación entre Varrón y Nietzsche es bastante menos lo que podemos decir y de ello bastante más lo que resultan conjeturas, simplemente porque, a diferencia de su relación con Salustio, sobre Varrón prácticamente nada menciona el eremita de Sils Maria, y, sin embargo, como intentaremos mostrar a continuación, bien pudo su conocimiento influenciar y animar la concepción de historia anticuaria que Nietzsche desarrolla en su Segunda intempestiva.

Friedrich Wilhelm Ritschl, maestro de Nietzsche primero en la Universidad de Bonn y más tarde en la Universidad de Leipzig -recuérdese que Nietzsche se desplaza a aquella universidad siguiendo a su maestro- y una de las personas más importantes e influyentes en la formación del joven Nietzsche, publica sus Opuscula Philologica en 1877 (en Leipzig) donde dedica una parte importante de los mismos (de la página 419 a la página 505) al estudio y reflexiones acerca de Varrón.

Si bien es cierto que para entonces, como señala Curt Paul Janz32, las relaciones entre Nietzsche y su maestro se habían enfriado al punto casi del completo desentendimiento33, cierto es también que Nietzsche siempre guardó una opinión favorable, gratitud, gran respeto, cariño e incluso simpatía por su viejo maestro como lo recuerdan estas palabras de Ecce homo: <<Asi, por ejemplo, un día fui catedrático de Universidad -nunca había pensado ni de lejos en cosa semejante, pues entonces apenas tenía yo veinticuatro años-. Y así un día fui, dos años antes, filólogo: en el sentido de que mi primer trabajo filológico, mi comienzo en todos los aspectos, me fue solicitado por mi maestro Ritschl para publicarlo en su Rheinisches Museum (Ritschl –lo digo con veneración-, el único docto genial que me ha sido dado conocer hasta hoy. Él poseía aquella agradable corrupción que nos distingue a los de Turingia y con la que incluso un alemán se vuelve simpático: -nosotros, para llegar a la verdad, continuamos prefiriendo los caminos tortuosos>>34, y no cabe duda tampoco de que su contacto, anterior a los problemas que hemos señalado, siempre fue frecuente e intenso35, por tanto, es casi seguro que Nietzsche haya tenido noticias detalladas sobre los trabajos de Ritschl al respecto de los materiales que finalmente conformaron el volumen de los Opuscula, y, por tanto, de aquellos relacionados con Varrón.

Con objeto de no dispersarnos y demorarnos demasiado tanto por la propia situación de la relación entre Nietzsche y Varrón, como por la situación del legado de la propia obra del erudito romano, quisiera solamente destacar aquello que el introductor, traductor y anotador de La lengua latina, libros V-X, al español, Luis Alfonso Hernández Miguel, rescata en su estudio introductorio:

Cabría decir que la labor de anticuario es casi consustancial al quehacer literario de Varrón en general. Ahora bien, la misma se muestra de una manera especial en determinadas obras… Como es visible en las más importantes de ellas, no es el Reatino simplemente un coleccionista de hechos del pasado, sino que toda su labor anticuaria descansa en un determinado pensamiento filosófico en que el pueblo romano es el protagonista, que tiene la finalidad de hacer tomar conciencia a este último de su historia y del momento en que se halla y que, en fin, va a inspirar el pensamiento de la época augústea36.

Como podemos observar inmediatamente, aquellas características que el autor intenta resaltar del pensamiento histórico de Varrón son precisamente las características positivas que conforman la concepción de la historia anticuaria en Nietzsche. No se trata tan sólo de un puro afán de erudición, cuya consecuencia más perniciosa será tanto la futilidad como el anquilosamiento y de éstas un puro sentimiento negativo ante la vida, si el sabio romano actúa como un arqueólogo tiene siempre este carácter una disposición proactiva tanto hacia lo pasado, cuyo criterio es la recuperación y ensalzamiento de la belleza, como y mucho más importante, de la manera en que esa labor arqueológica influye positivamente, activamente, propositivamente en el presente, de allí también que el carácter histórico de ese saber arqueológico esté sí determinado por una disposición de verdad en relación con su objeto (su labor anticuaria), pero determinado sobre todo por ese pensamiento filosófico en el que el pueblo romano es el protagonista y que tiene la intención de hacerlo tomar conciencia para inspirar el pensamiento de su propia época.

En ese sentido la historia deja de ser simplemente historia y su campo de influencia va más allá del puro pasado, y en el presente en el que se realiza, del puro interés erudito y/o administrativo. La historia es aquello que interpela, convoca decisiones y promueve o detiene ideas y acciones actuales.

Antes, sin embargo, de dar por terminada esta parte, permítaseme rescatar algunas palabras directas de Varrón para intentar especular sobre su posible inspiración en la concepción de historia en Nietzsche:

Pocas cosas no echa a perder el paso del tiempo; muchas se las lleva. A quién de niño viste hermoso, lo vez desfigurado en la vejez. La tercera generación no ve al hombre que vio la primera. Por esto, aquello que el olvido le quito ya a nuestros antepasados, el celo de Mucio y de Bruto no puede volverlo a traer persiguiéndolo en su huída. Si no puedo seguir una pista, no por ello seré más lento; pero seré más veloz en el caso de que sea capaz de hacerlo. En efecto, no es escasa la oscuridad en el bosque donde se han de alcanzar estas cosas, ni allí a donde queremos llegar hay veredas pisadas con frecuencia, ni deja de haber en los senderos ciertos obstáculos que pudieran retener al caminante37.

Los primeros compases de la cita, lo mismo que con Salustio, se dirigen contra todo optimismo e ingenuidad injustificados al tratar con lo histórico, pues el tiempo echa a perder muchas cosas y a su paso muestra a quienes inquieren en él cosas distintas cada vez (esto es: a cada persona, a quien es en el momento de inquirirlo, y esto mismo lo que es en el momento de ser inquirido). Nada permanece y por ello nada es idéntico a sí mismo y ni la mayor habilidad y celo en las tareas del historiador es capaz de hacer resurgir el pasado tal y como éste fue o, como dice el sabio romano, volverlo a traer persiguiéndolo en su huída. Sin embargo -en este momento la cita toma un giro, quizás, inesperado-, a pesar de todo, la historia, el inquirir al pasado, por más que éste sea inalcanzable y por ello inescrutable, no es una tarea vana e inútil para quien de antemano -por su sensibilidad- está preparado para llegar a lugares oscuros e inexplorados, la luz se hace sobre ellos al emerger la narración del historiador, ésta les da forma y sentido, los aclara, por ello, habiendo o no pistas -hechos en el sentido tradicional del término- nada impide que el historiador avance, porque en su narrar lo que crea y recrea (como creación y como creencia) como tales, es decir, como pistas, le dan impulso y le sirven de apoyo.

Conclusiones sobre las primeras fuentes

A manera de conclusiones, a partir de la reflexión en torno a estas primeras fuentes podemos decir respecto de la historia, el historiador y su relación en el historiar, primero, que se renuncia a la pretensión de “conocer la historia tal y como ésta fue realmente”, porque se llega a la intuición de que la historia no es algo que está ya dado -a nivel ontológico- y que, por tanto, -a nivel epistemológico- no es posible conocerla tal y como ella es realmente, pues no hay tal, -ese ser dado, unitario, idéntico a sí mismo… con una relación a la verdad-. Esta crítica epistemológica se diferencia de la crítica epistemológica de la fenomenología -kantiana- que si bien, renuncia a las pretensiones de conocer las cosas tal y como ellas son realmente por el conocimiento fenomenológico, mantiene, sin embargo, la Ding an sich como ese sustrato metafísico que subyace a lo fáctico y con lo que se identifica la realidad metafísica. En otro nivel se diferencia también la historia así entendida, pues su aproximación ya no es una aproximación puramente gnoseológica, es decir, guiada por los criterios de verdad, verosimilitud, exactitud…, sino por un criterio vital (en términos nietzscheanos, de utilidad y perjuicio) y esto porque ya mismo a nivel ontológico no se puede mantener la pura relación gnoseológica, es decir, una relación con la historia como algo dado y por consecuencia como algo susceptible de ser conocido independientemente de la consecuencias vitales de dicho conocimiento -la objetividad-38. El criterio vital se encuentra ya mismo al centro, dirigiendo la aproximación a eso que se llama historia. Por tanto eso que se mienta y compete como historia ya no es únicamente aquello que la historiografía -metafísica-tradicional- mantiene como el objeto de su estudio, es decir, el pasado -además un pasado delimitado por ciertos criterios- la historia se vuelve aquello que se crea y recrea por medio de una narrativa y compete mientras guarde alguna fuerza vinculante -con lo vital-39. De esa manera la historia no se vuelve -solamente- un estudio desvinculado -sin fuerza vinculante- a la vida, entendida, según esa división mantenida por la historiografía, sólo como pasado, porque ya mismo lo vital se identifica con lo histórico. Lo histórico, en tanto se identifica con lo vital, no es ya aquello que tradicionalmente se conoce como Hechos, esto es, con un ser dado y unitario…, sino una narrativa que se crea y recrea cuya fuerza -vinculante- le viene dada por las narrativas de las que se nutre, es decir, como se cuenta ella misma, qué es, de dónde viene y hacia dónde va. Por ello la historia no puede ser más el catálogo de hechos de otro tiempo que no animen al propio presente, y en ese sentido, cuando lo vital se identifica con lo histórico, el pasado y el futuro cobran vida en el presente porque influyen en éste, pero no como la causa al efecto -relación gnoseológica-, sino por cómo se cuenta ese pasado y ese futuro en el presente, lo que implica contar (crear y recrear) al presente mismo (en su contar lo pasado y lo por venir), lo cual incluye también la renuncia a ese contar -como por ejemplo, la de un presente que renuncia a contar su futuro (último hombre, nihilismo)-; esta renuncia puede llegar incluso al extremo de un presente que renuncia a contarse a sí mismo, o que, al menos, renuncia a contarse de ciertas maneras40; o que renuncia a ocuparse verdaderamente de su pasado, entendiendo como renuncia también aquella relación que pretende la objetividad, es decir, una pura relación cognoscitiva, expositiva con el pasado como algo desvinculado… pues se renuncia a actuar sobre él pretextando su imposibilidad41, lo pasado como dado -y sus correlativos: el presente como dado, el futuro como inevitable…

De lo anterior podemos adelantar que: cuando algún tipo de renuncia determina nuestra aproximación al pasado, la renuncia no sólo afecta esa relación, permea toda nuestra relación con la temporalidad y la espacialidad ¿por qué? -Adelante en el análisis de la Segunda intempestiva llego a que la temporalidad es vida, la vida es configuración de la espacialidad42-.


Fecha de Recepción: 2 de agosto

Fecha de Aceptación: 7 de septiembre

Isaac Puki J. Moctezuma Perea es Licenciado en comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México. Forma parte del Colectivo de Traducción al Castellano del Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo (http://dhcm.inkrit.org/) y de los proyectos de investigación La filosofía moderna y el mundo contemporáneo e Historia de la filosofía moderna de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Actualmente cursa estudios de Maestría en Comunicación en la UNAM.

1 Reconstruir significa también, al menos dentro de este contexto, recrear, porque, aun cuando el trazado a seguir fuese lo más claro, cosa ésta última que en el caso particular de la filosofía de Nietzsche no ocurre, esa concepción, ese seguimiento, las relaciones y los materiales para llevar a cabo semejante obra son ya un camino propio, un camino que requiere tanta o incluso mayor creatividad que el original en que está basado, porque lo cierto es que en esa reconstrucción creativa de la obra ésta puede sugerirnos aún más cosas de las que le sugirió a su primer autor. Desde el momento en que las obras se ofrecen al escarnio público el autor no tiene derecho a reclamar una posición privilegiada respecto al o a los sentidos y significados de la misma.
2 Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ítaca-UACM, México, 2008. p. 40.
3 En términos gramaticales, resulta notoria la enunciación de lo histórico, de lo pasado en pretérito perfecto, es decir, cómo aquello que está acabado, que está completo, que está dado…, aquello sobre lo que el presente, como tiempo gramatical, no tiene más injerencia que la poder enunciarlo. En este sentido lo pasado es aquello que no concierne al presente o sólo lo hace débilmente, en términos de Nietzsche, con fines puramente eruditos.
4 Ello concordaría perfectamente con la idea benjaminiana de un tiempo homogéneo y vacío.
5 Pensar no en el sentido de la acción directriz y primigenia en nuestra relación con el pasado, éste como sinécdoque de historia, sino (ese pensar) como sinécdoque, a su vez, de las acciones, del actuar que es vivir, que inspira nuestra relación con el pasado. La aclaración no resulta vana si se tiene en cuenta que para algunos ese pensar remita únicamente su dimensión gnoseológica y que de allí se siga que nuestra relación con lo histórico sea única, primigenia u originalmente de ese tipo y carácter, o peor aún, que se crea que haya una tal relación (única, primigenia y original) con lo histórico, pues, como se verá, al ser lo histórico también de carácter múltiple e inclusivo no es posible determinar una relación de ese tipo con aquello que, por otro lado, es asimismo indeterminable. Aquí, como he dicho, pensar tiene un carácter amplio e inclusivo que en relación con lo histórico enuncia sobre todo las posibilidades de acción y de actuar (y sus contrarias) que vienen en nuestro relacionarnos con lo histórico cuando éste es creado y recreado.
6 Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 1. Infancia y juventud, Alianza editorial, Madrid, 1994. p. 59.
7 Ibid., p. 67.
8 Ibid., pp. 68-69.
9 Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos, Alianza editorial, Madrid, 2006. p. 137.
10 Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Alianza editorial, Madrid, 2005. pp. 43-44.
11 Gayo Salustio Crisipo, Conjuración de Catilina, Gredos, Madrid, 1997. 8, 1-8, pp. 79-80.
12 Friedrich Nietzsche, Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, Biblioteca nueva, Madrid, 1999. p. 37.
13 Esto sería lo paradigmático de la Historia monumental de la Segunda intempestiva. En primera instancia celebrar las hazañas de los propios, pero como procede Heródoto [Proemio], también la de los extraños, porque en el fondo celebrando estas hazañas nos celebramos a nosotros mismos, ya que, como lo señala Sloterdijk, la heroicidad es la pionera psicológica de la cultura. <<En retaguardia de los primeros héroes, fueron posibles hombres que, por primera vez tenían la certeza de aprender, de forma rutinaria, lo que en su época es propio de las posibilidades humanas>> [Peter Sloterdijk, Extrañamiento del mundo, editorial Pre-Textos, Valencia, 2001. p. 35]. De allí que, indudablemente, esta voluntad de generalización impulsada por la admiración y los deseos de emulación se convirtiera en un feliz error de dos aristas, primera, parte de la concepción de lo genérico como materialmente existente y segunda, parte de que el desarrollo de eso potencial-genérico es posible a través de la enseñanza. Esta comprensión podría llevarnos asimismo al esclarecimiento de su desarrollo negativo como cinismo, <<desde el estado de conciencia que sigue a las ideologías naïf (ingenuas)>> [Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, ediciones Siruela, Madrid, 2006. p. 37]; hasta el cinismo, como falsa conciencia ilustrada [Ibid., p. 40]. Se podría decir que en la razón cínica se opera una transvaloración de aquello que la historia debería celebrar y generalizar.
14 Este, además del recuerdo, es el objetivo explícito de las primeras manifestaciones históricas de occidente: Homero, Hesíodo, la épica arcaica, Píndaro…
15 Como el habla para Heidegger. Cf, Martin Heidegger, Hölderlin y la esencia de la poesía. En: Aclaraciones a la poesía de Hölderlin, Alianza Editorial, Madrid, 2005. pp. 43-45.
16 Esto mismo constituye gran parte de la materia en Hölderlin y la esencia de la poesía.
17 Cf, Martin Heidegger, la época de la imagen del mundo. En: Caminos del bosque, Alianza editorial, Madrid, 2005. pp. 63-90.
18 Es aquí donde toma forma otra de las tendencias intempestivas de Nietzsche: el interesarse y ocuparse de la retórica más allá de su utilidad didáctica y académica. Cf, Friedrich Nietzsche. Escritos sobre retórica, editorial Trotta, Madrid, 2000.
19 Pensando aquí lo especulativo en el sentido en el que es criticado por la filosofía marxista (la crítica de Marx a la filosofía neohegeliana), es decir, por un esfuerzo reflexivo que no tiene relación con lo práctico, aunque más bien, su relación con la praxis es conservadora y apologética. En ese sentido es claro que la historia hasta aquí presentada no puede ser considerada especulativa, al menos en ese sentido, pues su ser, su razón de ser y su objetivo son precisamente la conjuración de una decisión no conservadora en torno a lo vital.
20 Como se sigue de los estudios histórico-críticos sobre la ciencia, y, a propósito de éstos, citado más arriba, La época de la imagen del mundo, este terreno de operación esta asimismo determinado históricamente, con características, objetivos e implicaciones que se pueden descubrir en su estudio histórico-crítico, por tanto resulta indispensable reconocer a qué tipo de historia (particular) beneficia la conservación y reproducción de este terreno de operación.
21 Pienso, en este sentido, en la crítica de la épica histórica que Walter Benjamin realizó en sus Tesis sobre la historia. Sobre la misma problemática, aunque en otro tenor, puede consultarse el excelente trabajo del Dr. Wolfgang Fritz-Haug que sirve como presentación al Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo [Wolfgang Fritz-Haug, “Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo”, Dialéctica, año 32, número 41, invierno 2008-primavera 2009. pp. 7-26.
22 En la segunda parte del ensayo analizaremos este optimismo en relación con la crítica que le hace Nietzsche en la Primera intempestiva. Esta crítica al optimismo, empero, tiene a una de sus más destacadas figuras en Walter Benjamin.
23 Peter Sloterdijk, el desprecio de las masas, editorial Pre-Textos, Valencia, 2005. pp. 72-73.
24 Si entendemos que estos procedimientos son también históricos entenderemos que: están llenos de sentido, de significado, que tienen finalidades e implicaciones; que pertenecen, que son creadas y recreadas por y para alguien específico, es decir, que no son inmanentes de lo histórico, que le benefician y que a los demás, que nos les pertenecen aunque las recreen, no; que se naturalizan para parecer a históricos…
25 Salustio, Guerra de Jugurta, op., cit. 1, 1-9, p. 137.
26 Como se señala a continuación en estas notas, la posibilidad de reconocimiento del poder constitutivo de las paradojas, las contradicciones, las elipsis… en lo histórico representa una de las razones principales para el abandono de las aproximaciones tradicionales.
27 Esta es una manifestación muy extendida, humana demasiado humana, expresada en términos modernos por Kant y su fe en el sentido común como el bien mejor repartido que, para pensar, lo único que hace falta es no contradecirse, Nietzsche, por otro lado, consideraba al método como economía de principios, esta economía escatima en los esfuerzos, sin embargo, siempre insuficientes, por aprehender la inconmensurable e inefable multiplicidad. Visto de esta manera, en su crítica al método, Nietzsche nos insta a no escatimar recursos en nuestra reflexión de lo histórico -para el caso que nos ocupa-, con el fin de poder captar sus complejas y ricas relaciones y manifestaciones, entre ellas, las paradojas, las contradicciones, las hipérboles…, quien quiera aproximarse a esta riqueza y complejidad ha de renunciar a una metodología, a priori, las niega.
28 Peter Sloterdijk, Ira y tiempo, ediciones Siruela, Madrid, 2010. p. 14.
29 En este sentido resultan esclarecedoras las reflexiones de Horkheimer a propósito del escepticismo en: Montaigne y la función del escepticismo. En: Historia, metafísica y escepticismo, ediciones Altaya, Barcelona, 1995. pp. 137-201. Así como, ya lo adelantábamos arriba en las notas, la Crítica de la razón cínica de Peter Sloterdijk.
30 Salustio, Guerra de Jugurta, op., cit. 4, 1-8, pp. 138-139.
31 No se puede pasar por alto, pero aquí no es posible analizarlo, el contexto en el que Salustio debió desplegar su carrera política que finalmente provocó su decisión de abandonarla, para esclarecer algo de este contexto remitimos a la Introducción de Bartolomé Segura Ramos a las obras del historiador romano en la edición ya citada.
32 Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 2. Los diez años de Basilea, Alianza editorial, Madrid, 1987. 14, pp. 224 y ss.
33 Es importante señalar que tales problemas en su relación no sólo con Ritschl sino con varias de las personas de la generación de su padre que Nietzsche admiraba, como Jacob Burckhardt, se dan tras la publicación de las 2 primeras Consideraciones intempestivas. Ritschl pudo aceptar bastante bien las heterodoxias de su antiguo alumno en El nacimiento de la tragedia, pero no así las opiniones políticas y culturales de su David Strauss. Ante la concepción de la historia que Nietzsche desarrolla en Sobre la utilidad y el perjuicio, su amigo y colega en Basilea, el historiador suizo Jacob Burckhardt no puede responder a las insistencias de su joven amigo para que le diera su opinión acerca del escrito, sino con amables evasivas, dice ya estar demasiado viejo para pensamientos tan aventurados [Ibid]. En la segunda y tercera parte de este ensayo volveremos sobre este punto.
34 Friedrich Nietzsche, por qué soy tan inteligente. En: Ecce homo, op., cit., 9, pp. 58-59.
35 Cf. Curt Paul Janz, Fredrich 1 y 2, op., cit.
36 Marco Terencio Varrón, La lengua latina, libros V-VI, Gredos, Madrid, 1998. pp. 34-35. El autor cita a Deschamps, 1987, pp. 189-192.
37 Ibid., p. 155.
38 Más o menos decía Lukács en Historia y conciencia de clases que lo práctico aparece en lo teórico desde la relación que esto mantiene con su objeto, cf., además del texto clásico del filósofo húngaro, la Introducción de Manuel Ballesteros a Marx, ontología del ser social, ediciones Akal, Madrid, 2007.
39 Para entender el sentido de fuerza vinculante véase Martin Heidegger, La frese de Nietzsche “Dios ha muerto”. En: Caminos del bosque, op., cit.
40 En la Primera parte de En el mundo interior del capital, Sloterdijk nos cuenta cómo es que la modernidad contemporánea ha renunciado a narrarse a sí misma como un gran relato, por tanto, en la conciencia histórica moderna parece haber espacio sólo para lo pequeño, esta conciencia pretexta, empero, madurez y sobriedad como justificación, esta es una de las consecuencias que se pueden segur de su razón cínica [Peter Sloterdijk, En el mundo interior del capital, ediciones Siruela, Madrid, 2007].
41 Adelantando algo a este respecto podemos dirigirnos a la interpretación que Gianni Vattimo realiza a propósito del Eterno retorno en Diálogo con Nietzsche, ediciones Paidós, Barcelona, 2002.
42 Esta es una de las consecuencias que se pueden seguir de la ontología espacial de Peter Sloterdijk, sobre todo en su relación crítica con la ontología de la temporalidad de Martin Heidegger.
Revista Observaciones Filosóficas - Nº 10 / 2010


Director: | Revista Observaciones Filosóficas © 2005 -