Heidegger se propuso rescatar -y ésta es una primera situación que resulta cuestionable de su diagnóstico filosófico- al asunto del pensar del olvido que había caído gracias al imperio de la ciencia y la filosofía2. Lo anterior implica reconocer que al pensar le es propio un asunto que difiere de aquello que tratan tanto la filosofía como la ciencia y que de aquello que tratan éstas tiene algo en común sólo reconocible por el contraste con aquello de lo que se ocupa el pensar. Esto nos da pie a desarrollar nuestra primera cuestión, acerca del sentido del asunto del pensar, ¿cuál es el asunto propio del pensar? y ¿porqué decir que al pensar le es propio un asunto?
Que lo propio del pensar se determine como asunto para Heidegger no es cosa baladí, tiene que ver con las dificultades metodológicas que impone la diferenciación capital dentro de su filosofía entre ser y ente, ¿cómo aproximarse al ser sin hacer de él, por ese mismo hecho, un ente? Cuando uno pregunta por cualquier cosa, pregunta por algo que, de alguna manera, es, pregunta por ello por un ente, la pregunta por el ser, sin embargo, impone como principio el reconocimiento de la distinción (entre ser y ente) y la distinción impone la necesidad de tratar al ser de manera esencialmente diferente de como se trata al ente. Parece que con ello nos encontramos en un callejón sin salida, pues, apenas preguntamos por el ser lo tratamos ya mismo como ente. Ésta es, en principio, la razón filosófica por la cual Heidegger intentó desarrollar un lenguaje propio capaz de superar esta paradoja y que, autores críticos como Adorno interpretaron como una jerga tras de la cual se encubrieron razonamientos políticos conservadores -o que ayudaron a promover y mantener ideologías y prácticas de este tipo-.
La cuestión del léxico filosófico, sobre todo del primer Heidegger, que, con cierta razón, puede ser calificado de galimatías ha despertado los más diversos intereses y ha sido concebido de maneras no menos diversas que van desde la simple descalificación, como la de Jonas Cohn3, pasando por la crítica de los marxistas occidentales y hasta el reconocimiento como un esfuerzo legítimo ante un problema inmenso, o un esfuerzo inmenso ante un problema legítimo. Allende a estas valoraciones, podemos observar, dentro del propio desarrollo del pensamiento de su autor, que esta cuestión no tomó perfiles claros -si es que realmente los tiene- sino hasta décadas posteriores, producto de su ocupación en la poesía y pensamiento de Hölderlin, y de manera definitiva hasta principios de la década de los sesenta cuando desarrolla los materiales en torno a la conferencia Tiempo y Ser4 (1962).
Si esta obra obedece a un giro (kehre) en el pensamiento de su autor acaecido después de la guerra o si, por el contrario, puede y debe leerse, como el propio Heidegger sugirió, bajo el signo de la continuidad es cosa que aquí no nos interesa5. Lo importante para nosotros de la misma es que en ella parece encontrar un camino que le permite aproximarse (asintóticamente) al ser sin hacer del él un ente, este camino es justo lo que hace de lo propio del pensar un asunto. Presentemos la cuestión.
De acuerdo con la mayoría de expertos Tiempo y Ser representa un punto de inflexión dentro del pensamiento de su autor en el que se perfilan los temas que lo ocuparán durante los últimos años de su vida6. De alguna u otra manera, obligado por su brevedad, Heidegger presenta en ella una síntesis portentosa de sus esfuerzos por desarrollar la pregunta por el ser en cuanto tal. Resultado de estos esfuerzos desarrolla el concepto de Ereignis7.
Si el ser no es ente, mas, sin embargo, se manifiesta como presencia ello ocurre necesariamente a través del tiempo -de allí el título de la conferencia que trata precisamente de la relación tiempo y ser-. Ahora bien, el tiempo tampoco es un ente, una cosa, sin embargo, está presente (es gibt) como aquello a través de lo cual se manifiesta el ser como presencia, a través, asimismo, de lo que es, del ente, como su esencia. A ambos, ser y tiempo, no les es propia la predicación ser o estar (sein), propia sólo de lo que es, de lo ente, sino el haber (es gibt). Ahora bien, ¿de qué manera llegan éstos en su haber al pensamiento? Con esta pregunta nos internamos en el ámbito por el cual aquí nos interesa este escrito.
Con ayuda de su lengua materna8, Heidegger distingue entre los dos tipos de cosas de las que trata el pensamiento -aún indeterminado en su legitimidad-. Por un lado, tenemos las cosas (Dinge) propiamente dichas, aquellas que corresponden, identificadas, con lo ente que interesan a un tipo de saber, al que Heidegger identifica con la filosofía (tradicional) y la ciencia -también como metafísica, es decir, como el pensar lo ente-; no obstante, por otro lado, están los asuntos, las cuestiones (Sachen), como el ser y el tiempo, aquellas que propiamente (eigen) ocupan (Sorge) al pensar (Denken).
El pensar del ser en cuanto tal es un ocuparse de dicho asunto que es el único que le es propio. Esta situación, que parece sólo un juego del lenguaje, tiene consecuencias extraordinarias en la prosecución del proyecto filosófico de Heidegger, pues no es sino hasta la determinación de este punto medio que la pregunta por el ser en cuanto tal puede superar la paradoja de hacer en dicho preguntar de éste un ente, con ello Heidegger determina el asunto propio del pensar el ser sin hacer por ello de él un ente.
Determinado de esta manera el pensar puede ocuparse de lo que le es propio sin caer en la trampa, en la tentación de hacer por ello del ser un ente. Aquello que llamamos aquí el asunto del pensar es la determinación metodológica que permite la realización del proyecto heideggeriano de la pregunta por el ser en cuanto tal, determinación necesariamente consiente de los límites de las posibilidades de su aproximación.
Teniendo esto presente, adentrémonos ahora en los aspectos procedimentales que dicho asunto exige.
La literatura heideggeriana nos ofrece amplios textos que tratan la cuestión del pensar -a los cuales nos referiremos más adelante en el cuerpo del trabajo y en la bibliografía respectiva-, aquí, sin embargo, nos ocuparemos de una breve caracterización que el filósofo desarrolló para sus cursos de 1941-1942 los cuales estaban dirigidos a alumnos que comenzaban sus estudios en filosofía titulados Ejercitación en el pensamiento filosófico9.
"Ejercitación en el pensamiento filosófico" es el esfuerzo incesante por poder realizar "libremente" este "tipo" de pensamiento. "Libremente", es decir, que sin ser impedidos por opiniones previas y sin dejarnos distraer por el propósito de conseguir "resultados", nos encomendemos por entero a la ley esencial de este pensar y alcancemos la referencia a eso que él piensa [...]
1. Lo que aquí se comenta es muy sencillo: para las exigencias científicas tan sencillo que no tiene ningún peso. Frente a estas exigencias tampoco es necesaria ninguna defensa: ella sería ya un malentendido.
2. Porque es sencillo y habitual, y pese a todo no se lo percibe, por eso tampoco se lo puede obtener por medio de agudeza mental. Tiene que producirse una transformación de la actitud, que crezca hasta que de pronto se encienda una luz.
3. Para ello es necesario: (1) mantener siempre a la vista la conexión, es decir, la marcha. (2) Tener una y otra vez a la vista siempre lo mismo, y seguir la marcha. Repetición: no seguir "adelante", sino detenerse cada vez más inequívocamente en lo mismo. ¿Qué actitud [es ésta]?10 (3) Lo que se nos ha perdido desde los griegos. (También ahí fue "sólo" un comienzo, y en el futuro sólo otro comienzo11.) Ir a lo griego no "historiográficamente"12, para poder derivar desde todo lo atrás que se pueda, sino tomar lo griego como advertencia previa, como aviso y seña13...
En la primera clase se hicieron ya algunas observaciones previas sobre lo que estamos intentando aquí. Pero es normal que muchos no se sitúen enseguida, porque algunas cosas les resultarán chocantes. Ellos vienen de las ciencias. Mucho griterío de que en cada clase se vea algo nuevo y se siga adelante. Y encima hoy día14.
Aquí nos permitimos el "lujo" de no tener prisa. Quizá eso ni siquiera sea lujo, sino necesidad: pues no queremos en modo alguno seguir "adelante", sino quedarnos en el "sitio" donde estamos. ¿De qué tipo y qué lugar es ese sitio? Esa es la cuestión. Quizá estemos ya en ese sitio, sólo que no lo sabemos. Nuestra tarea es llamar la atención sobre ello.
Pensar siempre lo mismo:
eso es lo más difícil.
Sin precipitación:
artesanía
Volverse atento15.
Quizás esta caracterización nos parezca oscura y enigmática, no estamos familiarizados y, tal vez, por ello nos resulta chocante, no obstante16, ella dice en lo esencial cuál es el asunto del pensar y cómo hemos de aproximarnos a él.
Vayamos por partes para no perder de vista el camino e intentar mantenernos cada vez de manera más inequívoca en lo mismo.
"Ejercitación en el pensamiento es el esfuerzo incesante por poder realizar libremente este tipo de pensamiento. Libremente, es decir, que sin ser impedidos por opiniones previas y sin dejarnos distraer por el propósito de conseguir resultados, nos encomendamos por entero a la ley esencial de este pensar y alcancemos la referencia a eso que él piensa". Intentamos caracterizar al pensar y nos encontramos de entrada con que ejercitar el pensamiento es poder realizar dicho pensamiento libremente, preguntamos por el pensar y Heidegger nos dice que pensar es pensar libremente ¿un error de principiante en el uso de la lógica? Intentemos ir más a fondo para ver si es esto o acaso haya algo más.
Si no podemos partir del pensar, partamos de aquello que lo acompaña inmediatamente, pensar es pensar libremente ¿qué significa aquí libremente? No ser impedidos por opiniones previas y no dejarnos distraer por el propósito de conseguir resultados. «El asunto del pensar -dice en otro lado Heidegger- no es nunca otra cosa sino esto: desconcertante, y tanto más desconcertante cuanto más libres de prejuicios estemos al salir a su encuentro. Para esto se requiere la predisposición de escuchar, que nos permite saltar los cercos de las opiniones habituales para llegar al campo libre»17.
Habitual es la opinión que tiene al pensamiento por algo fútil e intrascendente, sin duda, para ocuparse del pensar es necesario superar dicha opinión; pero más apremiante resulta aún superar aquella otra, igualmente habitual, que nos impele a conseguir del pensar resultados, ¿qué opinión es ésta? además ¿qué quiso decir Heidegger con que el asunto del pensar (libremente) es desconcertante?
Atendamos nuestra primer pregunta. Para poder realizar el pensamiento es necesario liberarse, liberarse de los prejuicios y no dejarse distraer por el propósito de conseguir resultados ¿qué opinión habitual ha hecho tarea del pensar conseguir resultados? Sin duda la de aquellos a quienes resulta extraño y chocante lo caracterizado a propósito del pensar, aquellos incapaces de situarse y partir de dicha caracterización. "En la primera clase se hicieron ya algunas observaciones previas sobre lo que estamos intentando aquí. Pero es normal que muchos no se sitúen enseguida, porque algunas cosas les resultaran chocantes. Ellos vienen de las ciencias. Mucho griterío de que en cada clase se vea algo nuevo y se siga adelante" ¿Las ciencias? Sí, por ello dice Heidegger: "lo que aquí se comenta es muy sencillo: para las exigencias científicas tan sencillo que no tiene ningún peso. Frente a estas exigencias tampoco es necesaria ninguna defensa: ella sería ya un mal entendido". Pero, ¿cómo es esto posible? -nos preguntamos de inmediato- ¿Acaso no son precisamente las ciencias las que se ocupan y preocupan justamente por el pensar?
Recordemos que se nos ha pedido que para poder llegar a aquello que sea el pensar es necesario hacerlo libremente, es decir, sin atender a las opiniones comúnmente aceptadas y sin dejarnos distraer por la necesidad de conseguir resultados, sólo en este sentido podemos y debemos decir, sin titubeos, que lo dicho a propósito del pensar no tiene nada que ver con las ciencias. «Lo dicho hasta ahora, y toda la discusión siguiente, no tiene nada que ver con la ciencia, precisamente en la medida que esta discusión acaso llegue a ser un pensar. La razón de este hecho está en que la ciencia no piensa, ni puede pensar y esto para su bien, que significa aquí para la seguridad de su propia marcha prefijada. La ciencia no piensa..., no obstante, tiene que ver constantemente y en su manera especial, con el pensar. Esta manera, con todo, sólo será auténtica y fecunda en lo sucesivo, si se ha hecho visible el abismo que media entre el pensar y las ciencias, y esto en calidad de insalvable. No hay aquí puente alguno, sino solamente un salto»18.
Intentemos no escandalizarnos por lo dicho, al menos no aún, para decidir sobre ello necesitamos primero atender a aquello que Heidegger entendió precisamente por ciencia, por ahora resulta necesario sólo saber que, como filósofo, Heidegger no apela a la singular dignidad de la filosofía como aquello que, a diferencia de la ciencia, piensa, al contrario, reconoce que tanto la filosofía como los filósofos están, y de hecho en primerísima instancia, determinados por el no pensar de la ciencia, al punto que, este no pensar que caracteriza a la ciencia tiene justamente su origen en la filosofía19. Sin duda éste es el camino que debemos andar si queremos dar con el alcance de la frase "la ciencia no piensa, ni puede pensar y esto para su propio bien, que significa para la seguridad de su propia marcha prefijada".
No obstante, antes debemos retomar aquello que ahora nos ocupa. En nuestra dilucidación a propósito de la caracterización que ofrece Heidegger acerca del pensar nos topamos en primera instancia con una especie de tautología (pensar es pensar libremente) que hacía imposible seguir con su clarificación, para ello tomamos el camino adyacente de intentar aclarar aquello que inmediatamente acompañaba al pensar, esto es "libremente", dijimos que libremente significaba aquí: sin atender a opiniones previas y sin dejarnos distraer por la necesidad de conseguir resultados, porque, después de todo, el asunto del pensar es desconcertante y sólo a partir de lo libre es posible pensar lo desconcertante; luego dijimos que una de esas opiniones previas de la que necesitábamos liberarnos era aquélla que no se toma en serio al pensar, pero sobre todo aquella otra, igualmente común, que ha hecho del pensar un instrumento, por ello preguntamos luego ¿cuál es esa opinión y a qué se refiere Heidegger con lo desconcertante? Hemos indicado como lugar de la primera pregunta a la ciencia, pero... ¿qué pasa, entonces, con el sentido de lo desconcertante como asunto del pensar y cómo se relaciona eso desconcertante con lo dicho hasta ahora y con lo que se dirá más adelante?
Es esto lo que debemos atender a continuación, partamos para ello de lo último dicho por el filósofo a propósito del no pensar de la ciencia, aquello según lo cual existe un abismo que media entre el pensar y las ciencias, abismo insondable, sino sólo a través de un salto ¿qué quiere decir esto? "Porque es sencillo y habitual, y pese a todo no se lo percibe, por eso tampoco se lo puede obtener por medio de agudeza mental. Tiene que producirse una transformación de la actitud, que crezca hasta que de pronto se encienda una luz." Si no atendiéramos conjuntamente a lo anterior podría parecer que con esto último Heidegger se refiere a una especie de iluminación mística -muchos, de hecho, lo han interpretado así-, no obstante, lo que aquí se dice como necesidad del pensar a propósito de una transformación de la actitud hasta que de pronto se encienda una luz, se dice allá de la necesidad de un salto desde la ciencia a partir del reconocimiento de su diferencia, que es un abismo infranqueable a través de puentes con lo cual se dice que el cambio debe ser esencial, no de grado o de cantidad, sino de cualidad.
Si se ha de poder pensar sólo ha menester un cambio esencial, pero... ¿es que acaso no pensamos ya? A propósito se ha dejado de lado esto que podría parecer una obviedad, sin embargo, da con el centro de la cuestión en las reflexiones de Heidegger y justamente con aquello que ahora nos ocupa, a saber, lo desconcertante como asunto del pensar. Efectivamente, según Heidegger no pensamos: «lo que más da que pensar, lo gravísimo, es esto: que todavía no pensamos»20.
Al ámbito de lo que se llama pensar arribamos cuando nosotros mismos pensamos. Para que nuestro intento sea coronado por el éxito, es menester que estemos dispuestos a aprender a pensar.
Al someternos a tal aprendizaje, ya hemos admitido que todavía no sabemos pensar.
Hombre, empero, se denomina aquel que es capaz de pensar -y con razón, porque él es el animal racional-. La razón, la ratio, se despliega en el pensar21. En cuanto animal racional el hombre debería pensar siempre que lo desee. Pero acaso el hombre pretenda pensar sin que, no obstante, pueda hacerlo. Por ventura sea excesivo lo que pretende al querer pensar, resultando, por esto, insuficiente cuanto puede. El hombre puede pensar en tanto tiene posibilidad de hacerlo; más tal posibilidad no es todavía una garantía de que seremos capaces de realizarla, ya que solamente somos capaces de hacer aquello a que tendemos. Pero, a su vez, sólo tendemos de verdad a aquello que, por su parte, tiende en nosotros tal como somos en nuestra esencia, atribuyéndose a nuestra esencia como lo que nos mantiene en la esencia. Mantener significa propiamente custodiar, apacentar, pastorear sobre los campos de pastoreo. Lo que nos mantiene en nuestra esencia lo hace solamente mientras nosotros mismos man-tenemos, por nuestra parte, lo que nos mantiene22; y lo man-tenemos al no permitir que se nos vaya de la memoria. La memoria es la reunión del pensar. Lo pensado es lo dotado de recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a ello.
Solamente si tendemos a aquello que es en sí lo que ha de ser pensado, somos capaces de pensar.
Para ser capaces de pensar se requiere que aprendamos a pensar. ¿Qué es aprender? El hombre aprende en la medida en que ajusta su obrar y no obrar a lo que se le atribuye como esencial en cada caso. El pensar lo aprendemos atendiendo a lo que hay que meditar23.
Parece que con la cita oscureciéramos más que aclaráramos, nos alejáramos más que nos acercáramos al sentido de lo desconcertante como asunto del pensar. Vayamos nuevamente por partes. La cita se ha traído a colación para mostrar en qué sentido dice Heidegger que no pensamos; ésta ha sucedido a la reflexión en torno al carácter no pensante de las ciencias, ya que éste es un problema cuyas aristas han quedado pendientes, baste por el momento decir que precisamente no pensamos con y por las ciencias, no pensamos por cuanto nos ocupamos primordialmente de las ciencias.
Se ha dicho que las ciencias tienen a su manera que ver con el pensar, así como que el ser humano por naturaleza es capaz de pensar, cuando Heidegger dice que no pensamos esto tiene que ver con un hecho epocal según el cual nuestro pensamiento se encuentra primordialmente determinado por las ciencias. Ahora bien, este carácter no pensante de las ciencias nos ha salido al encuentro al reflexionar sobre el sentido de lo desconcertante como asunto del pensar a partir del señalamiento de la necesidad de una trasformación esencial de nuestra actitud que parta del reconocimiento de la diferencia entre ciencia y pensamiento, aún cuando no sepamos del todo a qué se refiere éste último, pues recordemos que, en primera instancia, Heidegger nos ofrece una tautología inabordable para su clarificación, no obstante, ahora sabemos por qué ha procedido de esta manera, pues, si todavía no pensamos, pero queremos realmente ir en su busca, no podemos partir como si ya lo conociéramos de suyo. En este caso la tautología nos ofrece el punto de partida para buscar clarificar qué significa pensar, a saber, el reconocimiento de la diferencia esencial entre ciencia y pensamiento, es decir, la diferencia existente entre nuestra opinión común y prereflexiva acerca del pensar y lo que verdaderamente es y significa pensar.
La última cita ofrece además indicaciones mucho más desarrolladas acerca de lo que significa pensar, se dice que, a pesar de ser capaces de pensar sólo podremos hacerlo si tendemos a ello y que sólo tendemos de verdad a aquello que por su parte tiende hacia nosotros tal y como somos en nuestra esencia etc., etc., pero no se ve de qué manera podría esto ayudar a clarificar el sentido de lo desconcertante como asunto del pensar, sin embargo, sólo a partir de esto es posible ver nuevamente aquello que, sin lo dicho, podría pasar absolutamente inadvertido.
Al comenzar nuestras reflexiones sobre lo desconcertante como asunto del pensar, para señalar la diferencia entre ciencia y pensamiento, recordamos una cita de la caracterización inicial del pensar que dice: "porque es sencillo y habitual, y pese a todo no se lo percibe, por eso tampoco se lo puede obtener por medio de agudeza mental. Tiene que producirse una transformación de la actitud, que crezca hasta que de pronto se encienda una luz." Preguntamos ahora ¿qué es lo desconcertante? ¿Qué desconcierta? Desconcierta lo desconocido y en primerísima instancia lo desconocido absolutamente, pero eso absolutamente desconocido no es simplemente una nada, sino lo que más nos atañe y aquello que más nos atañe es justamente lo habitual, lo sencillo, sólo que por ello, por ser habitual y sencillo, nos pasa desapercibido.
Decíamos: el hombre no piensa todavía y esto porque lo que ha de pensarse le vuelve las espaldas... Lo que ha de pensarse le vuelve las espaldas al hombre. Se le sustrae. Mas ¿cómo podemos saber lo más mínimo y ni aún nombrar aquello que se nos sustrae desde siempre? Lo que se sustrae deniega su advenimiento. Pero, el sustraerse no es una nada, sino que la sustracción es acontecimiento24. Más aún: lo que se sustrae puede tocar al hombre más esencialmente y absorberlo más que todo presente que le toca y se refiere a él. El ser-tocado por lo real, suele tenerse a menudo por aquello que hace la realidad de lo real. Pero el ser-tocado por lo real puede precisamente impermeabilizar al hombre contra lo que toca y lo toca de la manera, sin duda enigmática, de escapársele sustrayéndose. Podría suceder que el acontecimiento del sustraerse fuera lo más presente de cuanto hay de presente, superando de esta manera infinitamente la actualidad de todo lo actual25.
Así pues, cuando se dice que el asunto del pensar es lo desconcertante, esto quiere decir lo habitual y sencillo que, sin embargo, se sustrae, se oculta, ¿por qué? La última cita ya lo insinúa y si atendemos dicha insinuación podremos clarificar más aún lo dicho. En ella se dice que lo que se sustrae puede tocar al hombre más esencialmente y absorberlo más que todo presente que le toca y se refiere a él, asimismo, se dice que ser tocado por lo real puede impermeabilizar al hombre precisamente contra aquello que se le sustrae, también se dijo más arriba que pensar es esencialmente mantener, recordar, por tanto, pensar es tener presente aquello que se sustrae, aquello que impermeabiliza contra lo que se sustrae es propiamente el olvido y según Heidegger lo que hemos olvidado es, justamente, el ser26, a partir de esto preguntamos ¿qué es entonces lo real, en el sentido que nos hace olvidar al ser? Decimos, siguiendo a Heidegger, lo ente. Pensar y no pensar está por tanto relacionado con el ser y con lo ente, de lo que se colige que aquello que se ocupe únicamente de lo ente en detrimento del ser eso es el no pensar, ahora bien, se ha dicho también que la ciencia no piensa y al decirlo pedimos paciencia para no precipitarnos ante lo escandaloso de tal afirmación, pues de hecho el problema es más profundo de lo que en primera instancia es posible avistar, ahora, con lo dicho, se puede precisar más aún en qué sentido se dijo que la ciencia no piensa: la ciencia no piensa en el sentido en que se ocupa únicamente de lo ente y olvida al ser. ¿Cómo se ocupa de lo ente de tal manera que olvida al ser? Eso es precisamente lo que debemos preguntar si queremos hacernos con la medida del alcance de la esencia de la ciencia y, por tanto, del no pensar que la caracteriza.
Ahora bien, aún queda por aclarar aquello de que el hombre sólo sea capaz de pensar en la medida en que tienda a ello y que sólo tendemos de verdad a aquello que, por su parte, tiende a nosotros tal como somos en nuestra esencia, atribuyéndose a nuestra esencia como lo que nos mantiene en la esencia. Mantener significa custodiar, apacentar, pastorear. Pensar es ocuparse del ser, no obstante, en la medida en que el ser se sustrae, y eso es lo primero que debemos tener presente al intentar pensar, de hecho es lo que lo posibilita, no sea posible intentar pensar al ser como lo ente, de allí que no sea posible una ciencia del ser (ontología como una rama de la filosofía) y que aquello de lo que trata dicha ciencia no sea el ser sino lo ente y, peor aún, que allí la diferencia entre lo uno y lo otro sea olvidada (el olvido de esta diferencia es, de hecho, el fundamento de todo olvido), Heidegger llamó a esto metafísica. No obstante, ya hemos visto que aquello que se sustrae, el ser, puede tocar al hombre más esencialmente y absorberlo más que todo lo presente que le toca y se refiere a él, lo ente, si sólo tendemos de verdad a aquello que tiende a nosotros tal como somos en nuestra esencia, atribuyéndose a nuestra esencia como lo que nos mantiene en la esencia y que mantener significa custodiar, apacentar, pastorear, si sólo tendemos de verdad a aquello que por su parte tiende a nosotros tal y como somos en nuestra esencia y que esta tendencia nos lleva a mantenernos cada vez más en la esencia y que este mantener es custodiar, pastorear debemos decir entonces, que el lenguaje es el lugar de encuentro mentado que posibilita todo pensar, es por ello que en la Carta sobre el "Humanismo" dice Heidegger:
El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación. El pensar se limita a ofrecérsela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el ser. Este ofrecer consiste en que el pensar el ser llega al lenguaje. El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esa morada. Su guarda consiste en llevar a cabo la manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan al lenguaje y allí la custodian27.
Por ello, dice más adelante, «el hombre es el pastor del ser»28. El hombre sólo puede ser pastor del ser porque habita allí donde éste tiene su morada, el lenguaje. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esa morada, pero pensar y poetizar, por más que formen parte de la esencia de lo humano, no obedecen a sus acciones volitivas, por ello, a pesar de ser considerado como el animal racional, el hombre no puede pensar siempre que lo desea y no sólo porque lo que quiera pensar se excesivo o porque cuanto pueda para lograrlo sea insuficiente, el pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia de lo humano, pero no hace ni produce esta relación, sino que se limita a ofrecérsela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el ser, sin embargo, decíamos: el hombre no piensa todavía porque lo que ha de pensar le vuelve las espaldas, no obstante, aquello que le vuelve las espaldas, decíamos también, puede tocar al hombre de manera más esencial y absorberlo más que todo lo que le toca y se refiere a él y que podría suceder que este acontecimiento del sustraerse fuera los más presente de cuanto hay de presente, superando de manera infinita la actualidad de todo lo actual
Nos ocupa clarificar el pensar y aún nos falta reflexionar sobre algo esencial: ¿por qué el pensar es esencialmente repensar el inicio?
Partamos de lo más reciente. Se ha dicho que pensar es recordar, que la memoria es la reunión del pensar, que lo pensado es lo dotado de recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a ello. En nuestra caracterización inicial del pensar, bajo el rubro Instrucciones marcado con el número 3, justamente después de que en 1 se hiciera el desmarque respecto de las ciencias y en 2 se indicara la tarea y aquello a que tiende el pensar, aparece el sugerente título "Para ello es necesario" que tiene asimismo tres apartados que mientan: "1 Mantener a la vista la conexión, es decir, la marcha y 2 Tener una y otra vez siempre lo mismo, y seguir la marcha. Repetición: no seguir adelante, sino detenerse cada vez más inequívocamente en lo mismo". Justamente la memoria y el recuerdo es lo que permite mantener la vista en la conexión, que a su vez posibilita la marcha. Si la memoria es la reunión del pensar y lo pensado es lo dotado de recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a ello y sólo tendemos a aquello que tiende a nuestra esencia y nos mantienen en la esencia pensar es, entonces, pensar sobre el pensar (por ello dice Heidegger que "lo que más da que pensar es justamente que aún no pensamos", es decir, que no pensamos sobre el pensar) en el que pensar significa pensar el ser, lo pensado acerca del ser, pero de acuerdo a lo indicado, nosotros no pensamos, porque no pensamos el ser, sino que hacemos ciencia, porque nos ocupamos de lo ente al punto de haber olvidado al ser, por ello dice Heidegger en el punto 3 "Lo que se nos ha perdido desde los griegos".
Ahora bien, ¿qué quiere decir aquello, que sigue a lo dicho en 3.3, de que "también ahí fue sólo un comienzo, y en el futuro sólo otro comienzo"? Sólo dilucidando esta pregunta estaremos en condiciones de comprender lo qué propiamente significa el inicio para Heidegger.
Entonces, si, como dijimos el ser es determinado como presencia por el tiempo, según Heidegger, ésta es la que motivo al pensamiento de los pensadores inciales de occidente. El asunto propio del pensar es eta presencia del ser a través del tiempo, por ello es el recuerdo aquello que posibilita, como fuente, al pensamiento y por ello, también, se dice que lo propio del pensar es pensar sobre el pensar, pues es en éste, como lo propio, a donde arriba el ser, como presencia, a través del tiempo. A pesar de estar determinado por la presencia del ser al inicio del pensamiento occidental se le escapa esta conexión interna. "Que allí fue sólo un comienzo y en el futuro sólo otro comienzo" indica el carácter dinámico (histórico-temporal) del ser como presencia en el tiempo a través del pensamiento.
Si con ello Heidegger
desarrolló una jerga tras de la cual se escondieron motivaciones
políticas conservadoras es cosa de la cual es poco probable
pronunciarse definitivamente, al menos, no sin atender también las
motivaciones y conexiones filosóficas que subyacen con claridad a
dicho planteamiento.